El Partido Socialista Francés acuerda adherirse a la Tercera Internacional

Santiago, Enero 10 de 1921

Sin duda, la nota más interesante para el proletariado mundial, en los últimos días del año que acaba de fenecer, fue el Congreso General del Partido Socialista francés, inaugurado el 26 de Diciembre en la ciudad de Tours, con una asistencia de más de doscientos cincuenta delegados, que representaban a unos trescientos mil federados, más o menos. En esta reunión debían discutirse y acordarse, entre otras cuestiones, la situación del partido ante la vieja Internacional y la Internacional de Moscou. A este respecto, fueron presentadas tres mociones. La primera, propuesta por el diputado de la extrema izquierda, M. Marcel Cachin, y por el secretario general del partido, M. Frossard, abogaba por la aceptación incondicional de las 21condiciones de la Tercera Internacional. La segunda, auspiciada por el diputado del centro, M. Jean Zonguet, expresaba el deseo de adherir a la Internacional de Moscou, pero solamente aceptando cuatro de sus condiciones más suaves. La tercera moción, patrocinada por el diputado de la derecha, M. Leon Blum, rechazaba en absoluto todo vínculo con la nueva Internacional.

Aún antes de comenzar las sesiones del Congreso, se hacían vaticinios que auguraban el triunfo de la corriente revolucionaria, y estos pronósticos se fundaban en los debates y votaciones verificadas con anterioridad en las distintas federaciones locales de toda Francia, sobre todo en las de los distritos agrícolas. Así, entre otras, las organizaciones del departamento de Lot et Garonne, dieron orden esplícita a sus delegados de apoyar, “el programa más comunista”. Conviene recordar, como curiosidad, que el actual presidente del Consejo de Ministros de Francia, M. Leygues, fue elegido diputado por esta región. El curso de las sesiones adquirió desde los primeros instantes un carácter francamente violento, haciéndose notar la mayoría de los diputados por su actitud moderada y hasta intransigente y reaccionaria en muchas ocasiones. Blum, la figura más caracterizada de esta corriente, manifestó que el partido debía propiciar, por sobre todo, una labor cultural y evolutiva, que haría triunfar en la humanidad, en un tiempo más o menos lejano, por cierto, la tendencia socialista; rechazar en absoluto la revolución y la dictadura del proletariado, y no aceptar, en consecuencia, ninguna de las 21 condiciones de Moscou. Es menester observar esta conducta de los parlamentarios socialistas franceses, para convencerse de que el Parlamento es un institución burguesa, que no hará otra cosa que corromper y alterar las corrientes de la mayoría de los trabajadores. Lo mismo ocurre en Bélgica, Inglaterra, Alemania, Holanda y Suecia. Afortunadamente, esta actitud no hizo fuerza en la mayoría de los delegados al Congreso, y la división del partido fue para todos un hecho que solamente la votación postergaba. Por lo demás, esta escisión del socialismo era el deseo de los revolucionarios que actualmente dirigen los destinos de la República de los Soviets. Así, en la sesión del día 28, se leyó un telegrama firmado por todos los jefes de los partidos que son miembros de la Tercera Internacional, entre los cuales mencionaremos a Lenin, Trotsky y Zimowieff, indicando que el socialismo francés debía aceptar incondicionalmente las 21 condiciones de Moscou; separarse, si era preciso, de los grupos moderados de la derecha y del centro, y manifestando que la Tercera Internacional aplaudía francamente la moción de Marcel Cachin.

En la sesión del 29 de Diciembre, Frossard refutó los argumentos de Blum, Faure y Lebas, y rechazó el cargo de auspiciar una política que implicaría la ruptura con la vieja tradición socialista. Por una enorme mayoría fue aprobada y votada la adhesión a la Tercera Internacional. Esta resolución ha precipitado, como se preveía, el rompimiento del partido. Los elementos del centro, presididos por Jean Longuet y Paul Faure, celebraron una reunión con los de la derecha, encabezados por León Blum, y declararon que ambos grupos constituyen oficialmente el Partido Socialista francés. Por su parte, la mayoría del Congreso de Tours ha nombrado una comisión directiva y se ha constituído en un Partido Comunista decididamente revolucionario.

Al día siguiente de clausurado el Congreso Socialista, el Ministro del Interior, M. Steeg, manifestó en la Cámara de Diputados que los recientes acuerdos de los socialistas eran medidas audaces y extremas, que el Gobierno reprimiría con todo rigor. Cachin le respondió: “Ciudadano Ministro, a pesar vuestro y del Gobierno francés, el pueblo hará la revolución.”

Nos encontramos ante un hecho concreto: el espíritu revolucionario avanza. Y su avance es notorio. Ayer, Alemania e Italia; hoy, Francia, Uruguay y Chile. Lo tenemos a las puertas. Mientras tanto, nuestros políticos siguen viviendo en el Edén, embriagados en esa terminología que se emplea siempre en vísperas de elecciones. Es necesario reaccionar. Es necesario estudiar las causas de este acercamiento a Moscú. Es necesario hacerlo hoy mismo. Acaso mañana sea tarde.