“La Revista Chilena” y la poesía social reivindicacionista

En el N.° de Noviembre de la sesuda y adiposa “Revista Chilena”, órgano genuino de esa mediocracia intelectual de nuestro país, que ha sido siempre el formidable muro donde se estrella toda la ideología de renovación social, aparece un minúsculo análisis del “Confesionario bajo las estrellas”, versos de Manuel Caamaño, análisis adobado con exceso de suficiencia, escasez de sinderesis y un desconocimiento absoluto de la misión del arte en esta hora del mundo, en que un esfuerzo común de la juventud intenta fijar para siempre los valores humanos. El autor del juicio motivo de este comentario es el señor Guillermo Feliú y Cruz, crítico oficial de la “Revista Chilena”; y no por breve el tal juicio, deja de ser tan truculento, mal pergeñado y contradictorio. Con el subtítulo de “Los Parias”, se agrupan en “Confesionario” doce poemas henchidos de un candente deseo de justicia colectiva; hay estrofas que semejan dolorosos aullidos de chusma, cóleras estranguladas, imprecaciones, odios, banderolas rojas, algo así como una rebelión en marcha. Pues bien; nuestro crítico arremete contra estos poemas y declara, por sí y ante sí, que son poemas anarquistas y disolventes. Y agrega a renglón seguido “que el poeta, en este su nuevo aspecto ideológico, no deja transparentar el pensamiento social que profesa, lo que pide, y resulta vago e impreciso.” Señor Feliú: condición principal del que ejerce de crítico, es la consecuencia entre sus afirmaciones. Los artistas podrán ser incoherentes y contradictorios y alcanzar en sus obras ignoradas cimas de belleza; pero el juez que examina estas obras ha de guardar, para obtener el respeto y confianza del público, un equilibrio perfecto en el maridaje de sus conceptos. Eso es lo que se llama honradez y conciencia de crítico. Y Ud., señor Feliú, se contradice, por donde Ud. no es crítico ni cosa que se le parezca. Se contradice Ud. flagrantemente cuando afirma que los poemas socialistas de Mauret, que al decir de Ud. son anarquistas y disolventes, resultan vagos e imprecisos. No puede ser vago e impreciso lo que posee en sí la enérgica virtud de disolver. ¿Se ha olvidado Ud. de la química, señor Feliú? Por lo demás, estos poemas de Mauret, lejos de ser disolventes (uso el vocablo en la acepción que le da la burguesía), parecen más bien constructivos, porque al pintar en ellos al desnudo la dolorosa y muda tragedia de los eternos explotado del capital, el poeta trabaja conforme a sus medios a la realización del amor y la felicidad. La verdad, cuando destruye, es para edificar sobre los sólidos cimientos de la razón y de la justicia; y Mauret, al ir contra las gabelas y coyundas que agobian al proletariado, se enrola bajo los rojos pendones donde se lucha por restituir a la bestia humana de hoy sus integrales derechos de hombre. Nuestro flamante crítico encuentra vaguedad e imprecisión en los poemas de Mauret; no acerta a adivinar lo que desea y pide el poeta. Pero... ¿es que el poeta de las muchedumbres hambreadas ha de transformar sus cantos en esa prolija enumeración de peticiones de los mítines obreros? Manuel Caamaño canta con intensa emoción la miseria e ignominia de maestros y claridad meridiana el andrajo y la deshonra y la conformidad estúpida de nuestro roto y la sordidez y audacia insolente del explotador inicuo.

Unicamente los que nacieron sordos de espíritu y que frente a esta hora de liquidación social han aherrojado su conciencia entre muros de cal y canto, no quieren oir las rotundas afirmaciones del poeta.

Valeriano.