Una Armonía Imposible

Los políticos, la prensa, todos los órganos que reflejan el pensar y el sentir de la burguesía, piensan y sienten que uno de los grandes problemas que la actual Administración debe resolver, es provocar la armonía entre el Capital y el Trabajo. En la Administración anterior, los senadores clericales pretendieron resolver el mismo problema, a cuyo objeto presentaron un proyecto al Senado, que, según ellos, iba a resolver de plano la cuestión social. Pero aquel proyecto era tan burdo; tan escandalosamente reaccionario, –como que era de origen clerical,– que la obra quedó a medio camino, y sus autores se desistieron de llevarla adelante, previendo su fracaso. El actual Presidente de la República, sustituyéndose a la representación clerical del Senado, tiene presentado otro proyecto al Congreso; con el cual pretenden los políticos que se va a resolver la cuestión social. ¡No es poco pretender! Mas nosotros creemos tener muy buenas razones para dudar de que pueda resolverse la gran cuestión, tomando por base las reformas, que dejan en pie el problema en su parte fundamental. En primer lugar, el problema no ha sido resuelto aún en ninguna parte del mundo, excepto en Rusia, donde va camino de resolverse, porque allí se ha herido la cuestión en su punto sensible. Francia, Inglaterra, Italia, Alemania, principales países industriales, ¿lo han resuelto? ¿No vemos que todos los días el cable nos trae noticias sobre los grandes conflictos entre el Capital y el Trabajo? ¿No hace sólo pocos días que se puso término a la más colosal huelga de mineros, que obligó al Reino Unido a importar carbon por millares de tores de toneladas, en las difíciles circunstancias económicas por que pasa aquel país? A pesar de que la prensa burguesa no inserta los cables que hablan de los graves conflictos entre obreros y patrones, y más comúnmente entre obreros y gobiernos, se sabe aquí, por las revistas de índole social y por correspondencias particulares, cómo avanzan las ideas comunistas en Europa, y cómo preocupa a los gobiernos la cuestión social, que se acerca por momentos a su período álgido, a su crisis total. Y lo que no han podido resolver los políticos del Viejo Mundo, –porque no sacan la cuestión de la vieja base Capital-Propiedad, – ¿van a resolverla los políticos pigmeos de este país?

En segundo lugar, la cuestión social no es solamente una cuestión de estómago, una cuestión puramente económica. La cuestión social es también una cuestión moral; la cuestión social es todavía una cuestión jurídica. Que los trabajadores tengan pan no equivale a que estén conformes con un régimen de injusticias, como a las que asistimos diariamente en esta sociedad de comerciantes y ladrones, que con sus inmundicias llenan cada día la crónica escandalosa de los diarios. Ni pueden estar conformes con las bases jurídicas de una sociedad en que existe una justicia de clases, escandalosamente inmoral; una justicia que recibe órdenes de las alturas para hostilizar, perseguir, encarcelar, torturar y matar ciudadanos, porque tales ciudadanos no se adaptan a las normas corrientes, porque no aceptan ser conducidos como rebaño, porque piensan por sí mismos y porque conciben una sociedad mejor. Ni pueden todavía estar conformes con las bases jurídicas en cuanto sancionan el despojo como hecho legal. Para que el Capital haya podido convertirse en Propiedad, ha sido menester que el trabajador haya visto reducido su jornal a lo estrictamente indispensable para conservar la vida. Un muerto de hambre, al contratar con el patrón poderoso, acepta cualquier salario, por modesto que sea, a fin de no perecer. El contrato es leonino e inmoral, porque las partes contratantes no estuvieron en el pasado, ni lo están ahora, en igualdad de condiciones para contratar. De donde resulta un contrato unilateral; en que el obrero lleva la peor parte. El Capital, y su consecuencia la Propiedad, son, pues, el fruto de un robo, de un despojo hecho a los trabajadores, pudiendo con perfecta razón decirse, –como lo sostiene Marx,– que la Propiedad está constituída por salarios no pagados a los obreros.

Podrá, en consecuencia, discutirse, aprobarse, sancionarse, registrarse y publicarse como ley de la República el proyecto presentado a las Camaras sobre la cuestión social, sin que se modifiquen en lo más mínimo las actuales condiciones de antagonismo entre el Capital y el Trabajo. La armonía entre estas dos entidades no puede ser obra de la ley. Esta armonía sólo podrá conseguirse cuando se quite al trabajo el carácter de explotación. La armonía vendrá por sí sola cuando todos los hombres aptos trabajen sin explotarse recíprocamente, y el trabajo se haga en corporación y tenga un fin de utilidad social. Y este sistema no es otro que el Comunismo.

M. J. MONTENEGRO.

neladas, en las difíciles circunstancias económicas por que pasa aquel país? A pesar de que la prensa burguesa no inserta los cables que hablan de los graves conflictos entre obreros y patrones, y más comúnmente entre obreros y gobiernos, se sabe aquí, por las revistas de índole social y por correspondencias particulares, cómo avanzan las ideas comunistas en Europa, y cómo preocupa a los gobiernos la cuestión social, que se acerca por momentos a su período álgido, a su crisis total. Y lo que no han podido resolver los políticos del Viejo Mundo, –porque no sacan la cuestión de la vieja base Capital-Propiedad, – ¿van a resolverla los políticos pigmeos de este país?

En segundo lugar, la cuestión social no es solamente una cuestión de estómago, una cuestión puramente económica. La cuestión social es también una cuestión moral; la cuestión social es todavía una cuestión jurídica. Que los trabajadores tengan pan no equivale a que estén conformes con un régimen de injusticias, como a las que asistimos diariamente en esta sociedad de comerciantes y ladrones, que con sus inmundicias llenan cada día la crónica escandalosa de los diarios. Ni pueden estar conformes con las bases jurídicas de una sociedad en que existe una justicia de clases, escandalosamente inmoral; una justicia que recibe órdenes de las alturas para hostilizar, perseguir, encarcelar, torturar y matar ciudadanos, porque tales ciudadanos no se adaptan a las normas corrientes, porque no aceptan ser conducidos como rebaño, porque piensan por sí mismos y porque conciben una sociedad mejor. Ni pueden todavía estar conformes con las bases jurídicas en cuanto sancionan el despojo como hecho legal. Para que el Capital haya podido convertirse en Propiedad, ha sido menester que el trabajador haya visto reducido su jornal a lo estrictamente indispensable para conservar la vida. Un muerto de hambre, al contratar con el patrón poderoso, acepta cualquier salario, por modesto que sea, a fin de no perecer. El contrato es leonino e inmoral, porque las partes contratantes no estuvieron en el pasado, ni lo están ahora, en igualdad de condiciones para contratar. De donde resulta un contrato unilateral; en que el obrero lleva la peor parte. El Capital, y su consecuencia la Propiedad, son, pues, el fruto de un robo, de un despojo hecho a los trabajadores, pudiendo con perfecta razón decirse, –como lo sostiene Marx,– que la Propiedad está constituída por salarios no pagados a los obreros.

Podrá, en consecuencia, discutirse, aprobarse, sancionarse, registrarse y publicarse como ley de la República el proyecto presentado a las Camaras sobre la cuestión social, sin que se modifiquen en lo más mínimo las actuales condiciones de antagonismo entre el Capital y el Trabajo. La armonía entre estas dos entidades no puede ser obra de la ley. Esta armonía sólo podrá conseguirse cuando se quite al trabajo el carácter de explotación. La armonía vendrá por sí sola cuando todos los hombres aptos trabajen sin explotarse recíprocamente, y el trabajo se haga en corporación y tenga un fin de utilidad social. Y este sistema no es otro que el Comunismo.

M. J. MONTENEGRO.