El Prestigio de Chile en el Extranjero La obligación de un Gobierno y de una juventud

Chile ha adquirido en todo el continente americano la fama desgraciada de ser un país militarista. La razón no la puede negar un hombre de sentido común, aunque sea muy patriota y aunque le duela profundamente al verla. Y es por eso que se nos está creando una situación peligrosa para nuestro futuro, que con nuestra ruina moral puede traer la pérdida de nuestra integridad. Pero cuando miro desde los Estados Unidos hacia el sur no veo en todo el continente la mano sinceramente fraternal que haya de salvarnos en el caso de un conflicto. Todos sabemos que existen tratados Inter-americanos, pero todos sabemos también lo que valen los tratados en el momento del peligro. Argentina por su situación, por la velocidad de su progreso, no puede ni debe ser el brazo protector. Con el Brasil hemos mantenido hasta hoy una fraternidad aparente, nacida talvez de algún peligro momentáneo, pero que sil hemos mantenido hasta hoy una fraternidad aparente, nacida talvez de algún peligro momentáneo, pero que jamás se plasmará en realidad, porque entre los dos pueblos no hay un solo lazo de unión, no hay simpatía colectiva, no existe el conocimiento de las masas ni el intercambio intelectual necesario. No necesito hacer comentario sobre el Perú y Bolivia. Y más al norte no hay dónde tender la mirada. Cuando hace más de año se temió un rompimiento entre nuestro país y el vecino del norte, las dos naciones trataron de atraerse las simpatías de la América entera. El Perú logró hacerse tan simpático en los Estados Unidos como fue Bélgica o Grecia en tiempos de la guerra. Escritores norteamericanos dieron a conocer la literatura peruana. Ricardo Palma se hacía familiar a los lectores de magazine barato. Chocano andaba en traducciones de revistas literarias. Eguren, eran presentado a la intelectualidad yanqui como uno de los grandes poetas de La América. El “New York Times” adoptaba una actitud netamente peruanófila publicando artículos de escritores limeños y rechazando (puedo citar tres casos), la defensa que algunos chilenos intentaron hacer. Talvez hicimos algo en la “Prensa” de Nork York, pero como en aquel entonces ese periódico era insignificante, nuestro trabajo no tenía trascendencia y se nos antojaba ridículo. Y mientras los peruanos hablaban de cosas intelectuales y pedían justicia, nosotros alabábamos la virtud del salitre y hacíamos desfilar embajadas comerciales que nadie oía y que se contentaban con un suelto de crónica de cualquier diario de tercera clase. Y es que la simpatía de un país no se gana con carteles de propaganda, ni con avisos económicos, ni con folletos mal escritos, ni con enviados de última hora. El acercamiento de las colectividades es obra de años largos y de esfuerzo continuado. Y entre los hombres descollantes de una Nación, nadie más capacitado para esta labor que el hombre letras, el traficante en ideas, el que conoce el pueblo y labora para el pueblo. Y el artículo presente tiene por objeto el hablar de estas cosas y el hacer ver a quienes interese que los países no ganan nada práctico con representantes diplomáticos de apellidos de raza, ni con representantes comerciales que desconocen la psicología, cuando no el idioma de los pueblos a que se dirigen y son ellos personajes anónimos. Nuestros Embajadores, Ministros, Cónsules y Enviados Especiales han sido, son y serán por largo tiempo personales honorables que han figurando en luchas políticas o que tienen una brillante hoja de servicio dentro de sus oficinas. Bien. Pero ahora pregunto ¿Cuál ha sido nuestro diplomático que haya causado en un país extraño el entusiasmo estupendo que provocara Nervo en la Argentina? Urbina, secretario de embajada, no es más popular en España que todos los embajadores sud-americanos. Y es que Méjico ha comprendido, primero, que los otros países, que los hombres que ejercen presión sobre la clase intelectual, que son asiduos colaboradores de la prensa, necesariamente hacen simpático el país que representan. Y por eso ha enviado un Nervo, un Urbina, un González Martínez, un J. J. Tablada para que hablen de su país y hagan que su causa sea la causa de la América. Si tuviésemos en el extranjero un García Calderón, un Manuel Ugarte, un Rufino Blanco Fombona, seríamos considerados, como nosotros lo queremos, un pueblo leader que no basa su prestigio en dos o tres historiadores y en algunos sacos de salitre. Conozco la prensa de Chile y sé que somos enemigos del exposé,. enemigos de lo que se dice cara a cara, con franqueza y con sinceridad. No faltará alguien que vea en este artículo deseo oculto del autor. Para lo primero envío lo presente a tres diarios y me guardo la cuarta copia para, en caso necesario, publicarla en mi revista de New York. Para lo segundo, opongo mi personalidad y mi silencio. Porque en cuestiones que atañen a los intereses de todo un pueblo debemos hablar claro y en voz alta y exponer valientemente nuestros puntos de vista. Dos escritores de la última generación están demostrando en nuestro continente el valor de mis palabras. Cruchaga Santa María ha inclinado hacia el oeste la mirada amorosa de toda una legión de escritores platenses. El otro, muy joven aún como hombre y como literato, ya ha contribuido al que todos nuestros representantes al acercamiento de las juventudes ecuatoriana y chilena; he nombrado a Rafael Coronel. Y esta es la obra que hay que intensificar y hacer de esfuerzo continuado. Algunos de los capacitados para Hacerla se llaman Pedro Prado, Armando Donoso, Gabriela Mistral, Meza Fuentes, Víctor Noir, V. Domingo Silva. Y ya es tiempo de que nuestro pueblo comprenda claramente lo que es patriotismo Ya es tiempo de que en vez de preparar hombres diestros en las armas para defender nuestra libertad, preparemos hombres libres para justificar esa libertad. Preparemos hombres de la talla de Bilbao o de un Lastarria: hombres que no tengan miedo de cantar la verdad y que sean capaces de llevar por el ciclo de América las alas robustas de una civilización nueva y potente. Ya es tiempo de que los pocos hombres que trabajan por una conciencia continental salgan de su provincialismo y vayan por naciones extranjeras diciendo que Chile es el exponente más alto en la cultura del Sur y que los cascos prusianos no han hecho desaparecer nuestra rebeldía ni nuestra independencia personal, ni los yacimientos de salitre, ni las minas de cobre han logrado en prolongado esfuerzo sanchopancesco destruir los fuegos sagrados del ideal. Y ahora, cuando un régimen nuevo se inaugura con el triunfo de un hombre valiente, de fuegos democráticos, de carácter rector, como hoja de espada y de voluntad anglo-sajona, es que todos esperemos cambios radicales y el amplio triunfo de todas las naciones, pero cuando contemplo el triunfo de un Presidente Wilson sobre republicanos envidiosos y sobre demócratas de retaguardia, tengo fe en que Chile puede producir un hombre superior, una verdadera personalidad que al anunciarse como una amenaza para los retrógrados se anuncie como el primer Presidente libre de la América.