LOS NUEVOS

JUAN EGAÑA POR O. SEGURA CASTRO

Como en muchas actividades de la vida nacional, la literatura atraviesa por un período de crisis. Se dijera que al calor del entusiasmo lírico habido hasta el año 1918, se han secado las fuentes de la buena producción. Por un puñado de poetas chirles que runrunean constantemente en nuestros semanarios de sastrería e inclusa sale de vez en cuando uno que otro cantor de buena cepa, a decirnos que aún no se ha perdido todo... Si es admirable la rastrera tenacidad de los primeros, lo es más la digna indiferencia de los otros. Hay como una especie de sorda confabulación de los verdaderos escritores y poetas, para dejar auto-ridiculizarse a esa parvada de poetoídes y escritorzuelos mariposillas, en la pantalla de la prensa farisea. Dejarlos obrar es dejarlos morir. Por exceso de vitalidad a lo cerdo, se preparan el propio beneficio... Así las cosas, no es raro, pues que mientras Pedro Prado, Mondaca Jara, González Bastías, Gabriela Mistral, Magallanes Moure, Rafael Maluenda, Federico Gana, Augusto Halmar y otros artistas de enorme valor, quedan al margen de esa invasión de langostas alíricas, nos estén mortificando periódicamente con vajidos de moribundo, los Velasco Reyes, Orrego Barros, Jamario Espinoza, Bórquez Solar, Grez Padilla, el ciego Peralta y otros de igual calaña. Repito: nuestra literatura atraviesa por un período de crisis. Porque frente a esta actitud de ese doble bando, se desarrolla una tragicomedia que da pena y repugnancia. Los actores son (refirámonos solo a los poetas) ciertos personajes que han ocupado puestos de avanzada en nuestro literatura moderna. Me refiero a los Cruchaga Santa María, a los Hubner, a los Barella, a los Pablo de Rokha, etc. Estos poetas empezaron bien. Dieron algo. Hicieron lo posible por dar lo que más podían dar. Pero, después del alumbramiento, acaso por prematura madurez de sus semillas, han guardado en los huesos, más, en unos huesos llenos de callosidades y reblandecimientos, que les dan el aspecto de marionetes. Publicaron versos, o libros en versos o versos libres, que muchas veces me hicieron sentir por ellos un gran afecto intelectual; me hicieron creer que la muchachada de mi generación estaba destinada a llegar tan alto, como nadie en mi tierra, y me hicieron sentirme fuerte, orgulloso de mis compañeros, de sus triunfos, como si fuesen de mí mismo. Desgraciadamente el afán de exhibicionismo, el prurito de ser los primeros a fuerza de lucirse por las calles como las prostitutas, deseleccionaron, despurificaron, podría decirse, el buen criterio que debió presidir sus publicaciones, y produjeron en ellos una especie de infección mental, con catarro de versos y todo... Y ahí los tenéis, dando vueltas al majín, como perros arestinientos en torno de la casa que los arrojó por inútiles. Tristes y cómicos, como atletas que no tuvieran tendones; con las caras largas, como pollinos después de una pastada... Porque, debe ser cómico y doloroso al mismo tiempo sentirse estériles, con una robustez artificial que transpira por sus poros, ácidos y sustancias grasas a la vez. En realidad, parece que estos poetas ya no pueden más con sus liras. Si no ¿por qué se llevan dale que dale con el sonsonetito ése, que huele a Darío, a metafísica, a Kilombo de invertidos, a cerote eclesiástico, a paganismo de aldehuela y a trascendentalismo de ocioso? ¿Es que no saben otra cosa que tocar? ¿Es que la vida no cambia de aspectos? Es que el mundo sigue la misma marcha que tenía antes de la última guerra ?. ¡Nó¡ Es que esos niños, como tantos otros de los de mi generación, hicieron una llena, y se les fué el rebaño como a cualquier degenerado.

Juan Egaña ha sabido salvarse de todas estas contingencias. Poeta, en el más alto significado de la palabra, odia el exhibicionismo, y su culto por el arte tiene la misma majestad que su amor por el sufrimiento ajeno, aunque a veces éste despierte en él la sonrisa burlona de quien ve la vida como una tragi-comedia, ridícula en todo caso. Sus versos no son calculados: son pastas de su corazón, tamizados por un cerebro en el que canta quizás qué antepasado. Más poeta que cien generaciones suyas por venir... Su lirismo, desperjeñado porque sí trata de acaparar la euritmia total que nos envuelva en el increado. Tiene una doble y fuerte personalidad literaria: su pluma toma en los versos de pasión una ternura que podrían traducirse en la serenata que el caballero de capa y espada entona a los pies del castillo, donde languidece su damita de azucena; y cuando ataca los problemas sociales, es una espada de doble filo, elástica, ágil, dura y firme, para decapitar cabezas de oligarcas y mandones, fraileríos y mazmorreros. El romántico caballero de capa y espada que, como una oveja mansurrona, gemía ante su amada, la apacible canción de su espíritu, ya lejos del castillo y frente a la injusticia social, se torna en moderno Quijote, y su viril músculo cívico, empuña el arma noble, y con bravezas de león ataca y destruye, no los molinos de la leyenda, sino los caducos basamentos de un régimen primitivo que ya se iba pudriendo. Este desdoblamiento de Egaña –miel de amores y fuegos de combate– le hace destacarse entre nuestros intelectuales con una personalidad moderna como pocas. No es el poeta llorón que babea y babea versos a la amada, en los que Dios y la eternidad, el azul y el pálido no faltan, sino el hombre de carne y hueso, de alma grande y de gran corazón, el pensador que puede llorar sus ternuras más dulces a la amada, pero que no por ésto se elimina del deber civil de luchar con todas sus fuerzas por los problemas que hoy agitan a la humanidad en la más luminosa de las luchas. Así, Juan Egaña, por sus versos de fluída emoción, es todo un poeta. Y así, Juan Egaña, por sus ideales en pró de la reacción social, es todo un hombre.

 

TUS PALABRAS (Inédito)

Tus palabras se han ido suavizando y hay un callado anhelo que las cierne igual que un haz de besos.

Tus palabras vienen hacia el alma, como una procesión de confidentes vibraciones lejanas, –(misterioso rencor con que las fuentes acordan en la noche sus cristales– y préndense al oído como el éco de una oración tenue, –como un gemido,– e imperceptiblemente van cayendo entre los ritmos de mi corazón.

Tus palabras suaves se han ido, lentamente cubriendo de misterio, y acarician, y tienen para mi pobre espíritu, cansado de pensar en la muerte, la vida casta que para mí hubiera puesto en voz mi madre. Tus palabras se han ido suavizando...

OBSESION (Inédito)

En la tristeza insospechable de mi alma, en mi vida, que tiene de anodino y de enorme en mi cansancio, sobre mis estériles ansias de algo que aún vislumbro impreciso y desforme; en mi afán de empaparme en los vahos abyectos, en mi sed silenciosa y brutal, de dar vida a los secretos más intangibles del cerebro; en la porfía de mis análisis suicidas; en esta vibración agotadora, en este mortal temblar de espíritu, en éso, inexpresable, hay algo secular y eterno, hay una férrea vértebra misteriosa que empuja los instantes...

Yo no sé ... No es la Nada; es un mito la nada; ni venimos de ella, ni nuestro polvo sabio se cernirá en su caos; al destino, que manda, lo obedecimos, ciegos, y somos sus esclavos.

Y nos repugnan todas las soluciones; muchas son, pero nuestra sed de infinito no sacian. (El arte siente su hábito mientras la Ciencia busca: Wagner nos lo insinúa y los sabios desbarran...)

Y si no nos es dada la clave; si quemamos en vela nuestras alas de espíritu y la muerte (cuya cita ya empieza a transcender, se abre al fin de la jornada como un monstruo de fiebre.

Tácito y solapado, para llevarnos... ¿dónde? Si la Maldad y el Crimen no obedecen a un sabio código de armonía estupenda , ¿ habrá entonces (puesto que no es capaz de tanto mal el hombre) que creer en un Dios Bíblico, cruel y degenerado?

ABULIA

Esta pereza de enfermo que me tiene postrado en el lecho... Ni leo ni duermo; fumo, inmóvil, con la vista fija en el techo...

El pasar lento de los instantes va dejando en las almas un sopor... Hoy será como ayer... ayer fué como antes... Y mañana será peor...

Siento que me voy apagando lentamente, con un último temblor de emoción. (Ya no hay manos que se posen sobre mi frente, ni ecos suaves sobre mi corazón)

Hasta mi estancia, ni siquiera ha llegado un beso de sol... (Y bien... más dulces que las mentiras de la Primavera son las dulces mentiras del alcohol...)

Las mentiras del alcohol... El día se vá muriendo sobre mi juventud... (¿Para qué levantarme...? Aún no está vacía La copa, mi silenciosa enfermera... Salud...?

En el Lecho

A la hora del Ángelus vendrá el amigo bueno y su charla bendita disolverá mi mal A la hora del Ángelus vendrá el amigo bueno... Y yo estaré cansado de llorar. Se sentará en mi lecho... me hablará tristemente mientras se vá el atardecer... Le contaré cómo ella se cansó de quererme, y para no llorar habremos de beber... Y al rodar de la charla quedaremos enfermos de una tristeza igual los dos. (Y en tanto sobre el muro de enfrente, irá muriendo el beso último del sol)... Después... dirá que es tarde... Cogerá su sombrero, se desperezará; beberá un trago más... y como antes entró se irá el amigo bueno... y me quedaré sólo con mi mal ...

 

Música Olvidada

Ya no me inquieta nada en tu recuerdo. Eras tan vulgar como todas. Si hubo en aquel amor un perfume de ensueño, fué porque en mis quimeras triunfó la adolescencia sobre un viejo dolor.

Para ahora mis largos fastidios ancestrales para engañar mis penas, volqué en tu juventud mis ansias de ternura, mis virtudes, mis males... ¡No pudo conmoverte mi toque de laud!

Mis palabras extrañas fueron música vana, ¡Oh, princesita frívola del buen sentir burgués¡ ... Cuánta emoción marchita bajo de tu ventana, cuánto poema inútil arrojado a tus pies¡

Creíste que en mi amor cabía el sacrificio y con fruición mojaste tu desdén en mis ojos ¡cómo sangrará ahora, abierta en tu prejuicio, la herida de mis labios, igual que estigmas rojos!

¡Pobre princesa! Nadie se ha acercado a la fuente, porque dicen que sabe a lágrimas de amor. Yo no quiero que lleve su clamor transparente aún cuando nunca supo refrescar mi dolor!

Yo sé que cuando caigan sobre tus primaveras los crepúsculos largos, enfermos, del vivir, florecerá en tus lágrimas el montón de quimeras que olvidara el poeta en tu umbral, al partir...