UN PEQUEÑO GRAN LIBRO

“La Reforma Educacional en Rusia”, por José Ingenieros

Al hacer la relación de mi visita a gran escritor argentino dejé constancia de que su causa inmediata fue la lectura de este precioso librito y anticipé de él que acaso ningún otro libro me ha emocionado más. Antes de pasar a referirme en detalle quiero repetir este concepto sintético: “La Reforma Educacional en Rusia” de José lngenieros no es una exquisita novela romántica, un intenso drama pasional, ni un acabado Poema repleto de sentimiento, pero no vacilo en decir que es algo más que todo esto esto junto: es una exposición valiente; auténtica y magistral de la labor educacional efectiva realizada por el gran Comisario Lunatcharsky en un país bloqueado “por los gobiernos inmorales que defienden con la mentira los empréstitos hechos a la autocracia zarista” con todo “triunfante hoy por el genio de sus dirigentes y por la fe del pueblo”. Quienes sientan un real amor a la niñez y se interesen por el advenimiento de un régimen educacional basado en principios más racionales y más justos que los que hoy dominan aún en los planteles que en las grandes capitales sirven de muestrarios a los pedagogos de todos los países, no podrán menos que interesarse también por conocer la prodigiosa obra educacional de la República de los Soviets y aplaudir sin reservas sus trascendentales reformas, por más que su ideología política, social y económica ocupe el más atrasado de los lugares. Hacer lo que Rusia en los actuales momentos es para causar la admiración de los indolentes. Rusia no se ha contentado con que sus representantes firmen un papel que declare que la educación pública es atención preferente del Estado de hecho, el gobierno se preocupa y consigue que lo primero sea la educación del pueblo. Un país que en plena lucha contra el mundo entero gasta billones en la cultura de los campesinos, que ha creado un ministerio de publicaciones para el pueblo, que ha regalado a la niñez sus más lujosos palacios, que sostiene y practica este precioso aforismo: “todo el que sabe algo puede enseñarlo. Todo el que ignora algo tiene derecho a aprenderlo”, es ejemplo único en el mundo. Con cuánta razón dice el genial Lunatcharsky: “Creemos que si nos dejan hacer; dentro de poco tiempo será Rusia la tierra prometida donde afluyan los educacionistas del mundo entero, los unos para ver realizados sus más caros ensueños, los otros para aprender como se educará a la humanidad del .porvenir” y cuánta verdad acompaña al eminente Ingenieros al afirmar: “No somos profetas. Creemos, sin embargo, que los capitalismos aliados no lograrán destruir la profunda revolución social iniciada en el pueblo ruso por las escuelas de Lunatcharsky, más invencibles que esos mismos ejércitos de Trotsky que han triunfado peleando en doce frentes a un mismo tiempo”. El librito que me ocupa merece ser leído íntegro y divulgado con profusión: De todas sus páginas fluyen valiosos pensamientos, interesantísimos datos, evidentes verdades y en tal número que he tenido que subrayarlo casi por entero. No habiendo párrafos ni conceptos superfluos es bastante difícil una presentación sintética. Leer una de sus páginas es para leerlo todo. Esto, no obstante, mientras se divulge por Chile, intentaré hacer un pequeño extracto.

Su primer capítulo está dedicado a “la función social de la educación pública” y en él se demuestra que la revolución rusa ha entrado ya en la fase constructiva y que sus dirigentes lo mismo que los grandes revolucionarios de otras épocas, han sabido comprender el enorme valor de la educación. Saben que “la trasmutación del orden social debe tener por base granítica la renovación de los principios educacionales” y a ellos acuden en forma práctica e inteligente; pues “los ideales nuevos nunca han nacido de las enseñanzas rutinarias y no pueden ser alentados por dogmatismos envejecidos; muchas veces penetran a las escuelas, combatidos por los tímidos y los retrasados; y siempre, cuando asoman; pujan por subvertir su estructura espiritual desvencijando, los intereses creados que se tienen por más respetables'”. Y ninguna hora más oportuna que la actual para iniciar una reforma grande y fundamental. De reformas de índole bizantina estamos hartos. “La época revolucionarla en que todos vivimos los ilustrados sabiéndolo y los ignorantes sin sospecharlo -se anuncia singularmente propicia a una sustancial reforma de la educación pública en sus principios en sus métodos, en sus finalidades, cosas mucho más importantes que las actuales reformas, de programas, de horarios y de personal”. El segundo capítulo nos presenta “la obra del Comisario Lunatcharsky y la organización educacional”. Dirigiendo la Instrucción Pública y las Bellas Artes de Rusia se halla Anatolio Vessilievitch, un eminente escritor y artista, más conocido con el nombre de Lunatcharsky. Su prestigio había trascendido ya de Rusia a la Europa entera y ahora, al frente del comisariado de instrucción ha demostrado tan sólo en dos años “que no es un simple funcionario burocrático, sino un eminente pensador capaz de llevar sus ideales al terreno de la experiencia'”. Y a Lunatcharsky corresponde la gloria de haber iniciado “la más profunda reforma educacional conocida en la historia de lo pueblos civilizados”. Desaparecen los funcionarios incapaces sostenidos en sus puestos de directores de la educación pública por mero favoritismo político y surge en su lugar un Consejo de Educación Nacional, asesorado por un Cuerpo Técnico en lo concerniente a los asuntos de índole pedagógica y, lo que vale más, en estos cuerpos están representados “todos los que saben y se interesan por la función educacional”. El organismo administrativo, que funciona con más eficiencia e intensinad que durante el régimen zarista tiene un doble aspecto: por un lado un engranaje federativo que partiendo del Soviet Escolar llega el Consejo de Educación Nacional; a través de los soviets educacionales de un municipio o distrito y el regional o provincial, y, de otro los representantes del Consejo Nacional en los Provinciales, de éstos en los municipales y de los últimos en los escolares. Bajo este nuevo régimen y “correspondiendo a los principios de la escuela unificada, la República tiende a la supresión de las diferencias exigentes entre los maestros y profesores de los diversos grados de enseñanza y a su unificación, en un magisterio único (no rebajando a los profesores, sino elevando a los maestros)”.

Un tercer capítulo se ocupa de “los principios básicos de la reforma escolar” que puedan condensarse en tres: 1) Unificación del sistema escolar; 2) Capacitación para el trabajo de utilidad social y 3) Educación para la vida cívica u política. Estos puntos implican las siguientes consecuencias: la educación (tanto lo que nosotros llamaríamos primaria, como la secundaria) es gratuita, laica y obligatoria y su desenvolvimiento desde el Kindergarten hasta la Universidad es marcadamente continuo. Alguien puede decir que esto no es nuevo, que la gratuidad, laicidad y obligación en muchos países lo mismo que otros principios de la educación rusa. Y aún siendo así la diferencia es enorme, pues los hombres del soviet son sinceros, prácticos y realmente interesados por el progreso cultural del pueblo, que es el suyo propio. Por esto, las escuelas rusas proveen a los niños de alimentos, vestidos y material escolar: todos los menores de 16 años reciben estos beneficios aún en el caso de que sus padres estén en condiciones de pagarlos. Se enseña y se consigue que ningún niño desprecie el trabajo que es “una función de utilidad pública” y se procura su adaptación al medio ambiente: en el campo desde los trece años se preocupan de faenas agrícolas o ganaderas y en las ciudades trabajan en fábricas y talleres. La educación cívica no se enseña; pero se práctica y en conformidad a las más justicieras ideas; “la Escuela, constituida por delegación de alumnos, maestros, vecinos, madres y autoridades, decide colectivamente sobre sus asuntos internos de acuerdo con reglamentaciones establecidas y teniendo en cuenta ciertas características locales, especialmente, los establecimientos universitarios disfrutan de la más amplia autonomía. En disciplina, no se persigue la obediencia pasiva, sino la adhesión conciente”.

“Como herencia del régimen zarista la revolución rusa recibió millones de analfabetos y ninguna institución eficaz de educación popular. Se temía a los libros más que a los explosivos; todo obrero o campesino que leía era considerado subversivo”. Era necesario corregir tan funesta práctica y los soviets quieren que todos sean ilustrados, pues “la violencia es fugaz, la educación es permanente y creadora”. “La educación de los adultos” es pues el título del IV capítulo. Se ha organizado en Rusia una extensión universitaria eficiente, cuya acción “no es atraer el obrero a la Universidad, sino llevar la educación universitaria al centro obrero” y se difunde el libro en forma jamás vista. Se hace indispensable el concurso del célebre Máximo Gorki. “Con un gesto noble, olvidando toda pequeña divergencia de métodos, Gorki respondió al llamado de la nueva Rusia”. Luego se ha constituido un Comité especial para la publicación de obras científicas y un Cuerpo Central de bibliotecas encargado de la selección y distribución de libros.

El capítulo V nos presenta “algunos resultados” de la más genial de las reformas educacionales, manifestando la conveniencia de puntualizar bien “que aún los más decididos adversarios del régimen político y económico implantado en Rusia, están contestes en reconocer que sus esfuerzos a favor de la Educación Pública no han sido jamás igualados en ninguna nación europea”. A fin de no alargar más el presente artículo y en la seguridad de que todos mis lectores leerán el magnifico libro de Ingenieros (1) me limitaré a decir que los resultados del bolcheviquismo pedagógico han sido de lo más satisfactorios. Hasta los millonarios norteamericanos estarán convencidos, por más que callen, de que la actual Rusia es “el edén de los niños”. Si no lo están, peor para ellos: revelan maldad o estupidez, pues los diarios americanos de más circulación han publicado las declaraciones favorables a Rusia, de testigos presenciales. El último capítulo, es de los más bellos y en él se rinde justo homenaje a los grandes propulsores de la renovación social que han luchado con firmeza y valentía “de Eliseo Reclus a Romain Rolland”.

(1) Tenemos el agrado de anunciar que dentro de poco se hará, por las Ediciones «Juventud» de la Federación de Estudiantes, una importante tirada. Por su precio módico se piensa que llegue a manos de todos los obreros que tienen conciencia de los problemas sociales.