Carta a O. Segura Castro

SEÑOR DON OSCAR SEGURA CASTRO,

Muy señor mío:

He leído con suma atención su nota preliminar sobre la poesía de María Villagrán. Y por tres razones: la primera es la que me despierta esa sección de “Los Nuevos” y en general “Claridad”, la segunda por tratarse de una poetisa totalmente desconocida (1), y la tercera por su firma al pie de aquel breve estudio. Su obra, amigo Segura Castro, me ha impresionado siempre profundamente. Tanto en verso como en prosa. Ahora mi interés se acrecentó a medida que avanzaba en la lectura de aquellos párrafos sobre las, palabras de Max Nordau. He de decirle necesariamente que lo volví a leer por segunda, por tercera vez?.. Así fué en efecto. Y por sus afirmaciones tanto como por las del crítico judaico-alemán. Hemos llegado al punto más delicado del asunto este... Al punto en que yo quisiera haber estado desde el comienzo. O no haber estado. Me refiero a la discusión de lo que Ud. escribe a propósito de Maria Villagrán (que me parece como a Ud., un temperamento recio y verídico de poeta). Dice Ud.: “El poeta nace poeta; no hay escuelas para formar poetas, ni hay fábricas para remendar malos poetas”. Y antes: “No se pueden invocar-la juventud, la falta de años de vida, para justificar o salvar las mediocridades y nulidades”. Y creo que Ud. tiene aquí razón a medias. Aunque Pero Grullo lo haya dicho, el poeta no se hace. Así mismo el artista en general. Que todo es forma de belleza, es decir poesía. Pero si el poeta malo (2) lo es sólo cuando no tiene aun la madurez indispensable para escribir bien, se puede esperar de él frutos mejores Eso usted no lo cree posible. Es la divergencia que hay entre Ud. y yo. Se imagina, amigo Segura Castro, que siendo poeta un muchacho de quince años escribirá bien como podía esperarse de un temperamento igual con el doble de años? Es una razón biológica, amigo mío. E ineludible en todos los órdenes de la vida por lo mismo. Porque con los años se van aprehendiendo las mil cualidades que necesitan aprehender el alma de un artista para realizar plenamente su labor. Me negará Ud. que, además de estas facetas subjetivas puramente de que Ud. ha hablado es indispensable conocer en lo que otros han escrito los pensamientos diversos que han movido a los hombres o las concepciones colectivas que han condicionado las obras de arte en épocas determinadas? Ni el genio creo yo que puede apartarse de estas premisas lógicas e inevitables. Y eso que el genio consiste en la inadaptación especialmente derivada del hombre al medio. En un no condicionamiento de este sobre él. Claro es también que en una obra de juventud se ve el futuro poeta de verdad. En su opinión no solo sucede esto sino que también el ver en ese germen al poeta íntegro. Yo lo creo falso. Aun cuando se proceda con un excelente espíritu o se posean cualidades magistrales de adivinación, yo creo muy difícil -imposible casi siempre- advertir al poeta en algunos libros que salen... Tenemos muchos casos, mi amigo, de producciones que son fundamentalmente malas, sin condiciones poéticas ni de ninguna especie y que han servido de iniciación para verdaderos cultores de la Belleza por medio del arte. No necesitaré citarle títulos que Ud. bien conoce. Y no me refiero a los malandrines -Yañez Silva, Orrego Barros, Carrillo Ruedas-, pues esos no han escrito nada que anuncie algo bueno y que luego haya sido afirmado. A esos llamó Ud. con justicia en su profiláctica “Selva Lírica” mercaderes en el templo Ante sus anteriores afirmaciones el hecho de que Ud. asegure que cuando María Villagrán escriba (según Ud. en otro punto, ya es una realidad), Gabriela Mistral no será más que una sombra, pasa casi desapercibido. Pero a pesar de todo lo haré constar. Hasta el momento creia yo que Ud. admiraba a Gabriela Mistral en la forma amplia que había creido ver en “Selva Lírica'” (el libro y la revista). Porque es negarle las cualidades de eternidad inherentes a la categoría misma de poeta, el suponer que dentro de algunos años -cuando María Villagrán se halle madura para el arte-Gabriela Mistral será nada más que una; sombra de recuerdo ante el esplendor de esta nueva, realidad. Y Ud. mismo se contradice ahí. Ha dicho que no se puede agregar condiciones poéticas a aquel que nació poeta asi como no se puede hacer poeta aquel que no lo es desde la cuna. Pero en sus acápites finales dice: “Y cuando esta dolescente, pese a Max Nordau, haya ahondado en las marañas de la vida y en las fuertes especulaciones espirituales, despojándose de los hábitos de la escuela y del hogar prejuiciados, llegará a ser superior a cualquiera de los poetas de mi tierra”. En mi entender hay una contradicción. Por ahora María Villagrán no es en su opinión, más que el germen de la primera realidad poética de Chile en el futuro. Luego el arte -la poesía en este caso- aunque antes haya parecido decir lo contrario, es para Ud. perfectible como todas las cosas humanas.

Lo saluda su amigo,

PABLO EMILIO.

(1) Sólo en «Juventud», número 8, había visto anteriormente producciones de María Villagrán. (2) No podemos remediarlo. El que mal escribe y mal concibe no es poeta, lógicamente.