EL CARTEL DE HOY

El 23 de Diciembre de 1920, es uno de los días de gloria de la historia de Chile es como si una ventana se abriera en una casa herméticamente cernida. Se empieza a respirar a pulmón pleno, cuando la asfixia comenzaba a estrangularnos. No se sabe qué días nos esperan, pero en la salida de San fuentes de la Moneda, cesan las persecuciones y atropellos a las leyes y a las personas; cesan los incruentos crímenes sociales en que sucumben anónimamente nuestros compañeros, cesan los procesos bufos, que dictaba un miedo ridículo; cesa la confusión de la hacienda del Estado con la del agricultor, que era su jefe; cesa la violación sistematizada y legalizada de la correspondencia de los hombres dignos, cesan los saqueos a mano armada, bajo el resplandor meridiano, en las principales calles de la capital, a un paso del Palacio de Gobierno cesan las movilizaciones, ordenadas por el interés político de un bando y el interés pecuniario del bolsista y comerciantes que podían especular o deshacerse de sus productos invendibles; cesan las incitaciones desde la Moneda al saqueo de los centros de cultura; cesan la torpe y malvada parodia criolla de la astuta política florentina. Entre crímenes llegó Sanfuentes a la Moneda entre crímenes se agitó su presidencia; aureolado de crímenes baja de ella: el 21 de Julio de 1920, día del saqueo de la Federación de Estudiantes; el 24 de Julio de 1920, día de las matanzas, violaciones, empastelamientos de imprentas e incendios de los hogares obreros de Magallanes, y el 1920, día de la muerte en la casa, de Orates, de Domingo Gómez Rojas, después de dos meses de prisión injusta, son las tres últimas fechas culminantes de la presidencia tenebrosa. ¡Que ellas quemen las entrañas de ese mal hombre, como tres eternas marcas de fuego! La sombra de Eyzaguirre, cuyo cadáver le sirvió de escalón para llegar a la Moneda, lo siga hasta el día inevitable y jubiloso de su muerte. Hay que odiar la carroña, para amar las rosas. El pueblo de Chile, embriagado en las promesa de un caudillo de quien todo lo espera, despedirá hoy a Sanfuentes con el calor que en otras ocasiones ha obligado a Su Excelencia saliente a convertirse en un tragi-cómico, personaje blindado de bayonetas y ametralladoras. Y si después del 23 de Diciembre, la enorme pasividad, momentáneamente excitada, del pueblo de Chile, concediera la gracia de seguir viviendo a quien que, por satisfacerse a sí mismo, hundió a su país en el desprestigio y la ruina, que nuestra voz, como una agua fuerte, grabe en ese hombre perverso la visión de esa tarde, en que la multitud, unánime y silenciosa, paseó frente a la Moneda el cadáver de Gómez Rojas, envuelto en un trapo rojo. ¡Que se le aparezcan como fantasmas las mujeres, las madres y los hijos hundidos en la miseria y en la muerte, por la prisión de sus padres, cuando, como un avaro, cuenta encerrado en un rincón hermético el montón de oro que arrancó a la angustia del pueblo!

 

LA AMABLE DESPEDIDA