De “LA ANTORCHA”.

 EL CARTEL DE HOY

No hay novedad en el mundo. Dios sigue en las alturas y el diablo en los abismos. Cualquiera de ellos que se asomara a la tierra, no podría menos que volverse bostezando: –tá, tá, tá; siempre la misma música. Y así es, en la superficie. Somos, no más, que ediciones nuevas de libros viejos: hombres, hombres, hombres siempre. Sueños y angustias nuestros: ¿Qué?... No fueron soñadas antes, gemidas miles, millones de veces?... Remontes hacia el empíreo, descensos a los infiernos, el cantar de los cantares y el clamor de los clamores, la rebelión de Espartaco y la renuncia de Cristo: ¿qué?... No está todo en el mismo arco del destino sonando en la misma caja de la vida?... Sí, sí, sí. No hay novedad en el mundo. Pero hay extensión, siembra a voleo, rebalse de los torrentes a las llanuras. Eso se ve, si no se mira a los hombres, como a los libros, por las tapas, sino como a almas, a sus ideas; no a su carne que es un triste garabato sobre la tierra, sino al espíritu que fluye de ella y llena abismos, azota montes, registra el llano, como un gran viento que llevara a todas partes una misma semilla de fuego: la inquietud, la angustia, la rebelión! No hay novedad en el mundo. El ideal, se une con la fiereza, la voluntad se abraza con el ensueño. Job, el de las lamentaciones, canta, y Espartaco, el de la acción, medita. Entráis al cuarto del pobre y halláis, bajo su jergón, su libro, y bajo su libro:¿qué?...¿Un collar de amuletos, una estampa de Cristo, un frasco de aguardiente?...¡No, pues, no! Halláis un nido de bombas. ¡Eh, tiranos! ¿Qué hombre nuevo se alza en vuestro esclavo viejo?... Toneladas de cartuchos bajo toneladas de literatura, recogen diariamente los policías vuestros. Garras y alas, canciones y blasfemias, abrazadas, confundidas, juramentadas para este solo destino: ¡vivir libres o morir peleando! Eh! dios! Eh! diablo! Hay o no hay novedades en la tierra?... ¡Asomáos a ver ésto!

R. GONZÁLEZ PACHECO.