Ibsen y su obra

“El señor lbsen es un gran cero”, decía un periódico noruego criticando una de las primeras obras del más grande dramaturgo que ha producido la Noruega, cuya influencia sobre toda la literatura europea de los cincuenta últimos años ha sido tan intensa. He ahí un ejemplo, entre mil, de los estúpidos ataques que tuvo que sufrir el autor de Brand en su propio país, no sólo en la época de sus primeras obras en las que ya empezaba a revelarse su genio, sino cuando había pasado la cincuentena, es decir después de haber escrito un gran número de obras que lo hacían incontestablemente uno de los maestros de la dramaturgia europea. Los comienzos del contemporáneo de Bjornsjeral Bjornson no fueron penosos, únicamente desde el punto de vista material. Y si, más de una vez el ex-alumno instructor, llegado a ser estudiante, queriendo darse la ilusión de ir a almorzar, dejaba su pieza a mediodía, para volver un poco más tarde a devorar un poco de pan mojado en café, eran hechos esos, de poca importancia para un luchador de la talla de lbsen. Pero lo que hizo sufrir terriblemente al autor de los Espectros, y con lo cual debió contar, fue por una parte, la incomprensión de su obra, destructiva y constructiva a la vez; por otra parte, la hostilidad abierta, el prejuicio obstinado, la mala fe rencorosa levantados al mismo tiempo contra la refulgente verdad de sus dramas desbordantes del realismo! del individualismo que se desprendía de ellos –individualismo altamente social y creador de individualidades capaces de hacer nacer una elevada humanidad!

Sin negar el valor de las primeras obras del dramaturgo noruego, de las cuales muchas revisten un carácter histórico y legendario, es necesario reconocer que sus primeros éxitos, débiles en comparación de los que le esperaban, datan en rigor, de la aparición de Peer y de Brand, dos dramas madurados en Italia y cuyos héroes son enteramente opuestos. Si el uno representa el idealista y el hombre de acción, el otro es bien, el soñador extraño, impotente, a quien las ilusiones están lejos de perjudicar, pero en quien el ideal está ausente. ¿Y de qué otra manera podría ser este último? Peer Gint, hijo de un borracho y de una madre loca, no está, como Oswald, en los Espectros, cargado de herencias? “Sé tú mismo”, el leifmotiv de estos dos vivientes dramas se encuentra en la obra entera del escritor noruego y particularmente en la obra compuesta hacia la edad madura, por la cual se difunde la celebridad mundial del autor de Solness el Constructor. Las opiniones públicas del Cónsul Berneck “sostén de la sociedad”, la irreductibilidad del doctor Stockmann, la actitud de Nora como la vida del pastor Rosmersholm concurren a probárnoslo. Como a Strindberg –y a la mayor parte de los escritores escandinavos– el problema del matrimonio ha preocupado mucho al autor de la Dama del Mar. Pero él lo trata de una manera diferente, aunque en el fondo sus aspiraciones sean idénticas: la salvaguardia de la personalidad humana. El uno constata el duelo de los sexos, el otro nos hace meditar sobre muchas de sus causas, entre ellas el dinero. Cuídese de creer sin embargo que Ibsen haya querido dar una solución a este problema, porque si compuso la Fiesta en Solkang, también es autor de la Comedia de Amor en que la cuestión del matrimonio por dinero se presenta bajo un aspecto bien diferente. lbsen, “que hacía preguntas, pero que no contestaba” –según su propia expresión– no estuvo nunca inclinado a dar consejos, ni en Nora ni en Lona Hessel. Si el dramaturgo desenmascara de una manera un poco ruda algunos vicios de los cimientos de la Sociedad, al usurpar una reputación de honestidad con detrimento de sus vecinos más cercanos, al no retroceder ante la mentira –dañando más grandemente a la colectividad– si el autor, de los Espectros pareciendo recordarnos nuestros deberes nos hace sentir con insistencia, el peso de la herencia sobre el individuo, nunca se nos aparece como un teórico y sus inquietudes no cesan de ser reales. ¿Dónde encontrar más vida, por ejemplo que en las columnas de la sociedad? La trama de que se ha servido el escritor ¿no reposa enteramente sobre lo que nos es dado constatar todos los días, una sociedad que tiene la mentira por base y campeones representativos de ella? I si los que desean a todo precio ver un teórico en Ibsen quisieran poner en relieve los deseos de no haber informado a Oswald sobre la vida disoluta llevada por su padre y que expresa la viuda del capitán Alving al pastor Manders, bastaría recordarles las desgracias acumuladas en el Pato Salvaje por el apóstol de la verdad, Gregers, al mismo tiempo que la respuesta típica dada a éste por Reling: “Suprimid a un individuo la mentira de la vida y le quitaréis, con ella, la felicidad”. Por otra parte, ¿cómo no podría ser viviente la obra de lbsen? El autor –así nos lo dice el crítico danés Jorje Brandes que fue un gran amigo de Ibsen– ¿no ha tomado sus temas de la vida misma y sobre todo las piezas suyas que pasan por ser de tesis, no han tenido como base hechos conocidos por el autor, a los que éste ha agregado –se entiende bien– la parte de ficción indispensable? Nora, Hedda Gabler, Ellida Wangel han existido lo mismo que Hjalmar Ekdal y Eilert Lovbarg, para no citar otros personajes...

lbsen estaba profundamente enamorado de la libertad. Pero más de una vez juzgó bueno, hacer la distinción entre la libertad como él la entendía y la libertad política que quieren conceder la burguesía y los gobernantes: “Ella ha envilecido al pueblo noruego y ha hecho de el una plebe” decía. No se puede conquistar la verdadera libertad más que por la nobleza del carácter, de la voluntad y de los sentimientos y no la del nacimiento, del dinero o de la ciencia; declaraba a los obreros de Drontheim el autor de Rosmersholm. El artista y el psicólogo que compusieron Cuando nos despertamos de entre los muertos, obra extraordinariamente potente, fue un visionario. Sus cartas a Brandes, sus declaraciones públicas, entre otras las escritas en Stockholmo en 1886 nos lo muestran anunciando una época en la que la concepción política y la concepción social cesen de existir bajo sus formas actuales y declarando que de ellas, de ellos, saldrá una unidad que traiga las condiciones indispensables a la felicidad de la humanidad. Pienso, decía, que la poesía, la filosofía y la religión están llamadas a fundirse para dar nacimiento a una nueva fuente de vida de la que los hombres de hoy no pueden formarse idea alguna. Pesimista, respondía él a los que arbitrariamente le reprochaban el serlo, lo soy en la medida de que no creo en la eternidad de los ideales humanos, pero soy igualmente optimista en la medida de creer plenamente en su facultad de propagación y evolución. “Pienso, agregaba, que con ir hacia la muerte, los ideales de hoy, se acercan a lo que yo he llamado el tercer reino en Emperador y Galileo”.

ALZIR HELLA.