Al marjen de un abuso

No vamos a hacer la apología de Vicuña. Hay almas que por el solo hecho de existir moldean en eternidad sus rasgos. Sólo los “sepulcros blanqueados” que diría Jesus, pueden repudiarlos. En cambio todo hombre libre, cualquiera que sean sus tendencias, cualquiera que sean sus odios o sus simpatías, siéntese a su lado un poco más alto, un poco más puro. Es que estos seres son una enseñanza en marcha, son una lección con alma. Sólo con vivir, enseñan. Es así, como Vicuña Fuentes, discrepando en todo, excepto en sed de justicia, con el espíritu de la Federación, combatiendo sus acuerdos, discutiendo las conclusiones de la Convención, sólo con su doctrina frente a “bolshevikis” y reaccionarios, era el maestro: maestro en integridad y en luz y en belleza... Por eso, todos llevamos algo de él y todos hemos sentido en la sangre la ofensa gratuita y cobarde. Vicuña Fuentes no necesita exégesis para ser un símbolo puro en nuestro culto. Pero la actitud del gobierno, precisa, en cambio, el análisis, para que quienes creen aún en las supercherías de los políticos y de la política, quienes creen que hay más libertad bajo un “régimen de amor” que bajo un régimen de terror, sepan a que atenerse. Bajo la tiranía de Sanfuentes el Doctor Ducci acusó al gobierno de especular con las alarmas internacionales, de llevar la mentira al parlamento y de pisotear los planes del Estado Mayor. El Senado protestó, se interpeló, se pidió la destitución del Doctor. Pero a pesar de todas las presiones, como el amor no había corrompido las conciencias, hubo en el Consejo de Instrucción quienes defendieron e hicieron triunfar el derecho a pensar, salvando al magisterio de la esclavitud espiritual a que se pretendía someterlo. ¿Aún había honradez bajo el régimen del terror? Hoy, bajo el régimen del amor, fundado en la promesa de combatir las ideas con ideas, el presidente democrático Don Arturo Alessandri destituye al profesor Vicuña Fuentes porque ha tenido la osadía de opinar en desacuerdo con la verdad oficial. Del análisis sereno de los hechos no deducimos una acusación contra el señor Alessandri, quien no hace otra cosa que manifestar su verdadera fisonomía hasta ahora falseada con fines electorales Lo que nos salta a los ojos es el cinismo grosero de los políticos liberales; la podredumbre y la descomposición moral, de los hombres que han asaltado las alturas. Asistimos al triunfo total, a la apoteosis del arribismo. Por salvar su cartera, los ministros crucificarían de nuevo a Cristo, traicionarían todos los ideales y claudicarían todos los principios. El régimen del amor, basado en promesas que nunca se pensó cumplir, comienza a florecer en frutos de degeneración. La descomposición interna principia a contagiar a todos los individuos. Es así, como los miembros del Consejo de Instrucción, que bajo el imperio de Sanfuentes, supieron hacer frente a la desvergüenza palaciega, hoy cantan la palinodia y con una actitud espiritual digna del gobierno del disfraz y de las caretas, se lavan las manos, sin atreverse a asumir la responsabilidad de sus actos. No sabemos quienes quedan más enlodados en este asunto: los Ministros o los Consejeros. Lo cierto es que unos y otros se merecen. Si hubieran vivido veinte siglos atrás, todos ellos hubieran sido capaces de acercarse al Justo en el huerto de Gethsemaní y de decirle, besándole en la mejilla: “Salve, Maestro”...

FERNANDO G. OLDINI.