El Concepto de la Libertad

Los que en todo, de preferencia en la política, buscan el éxito por el lucro, acaban por acomodarse a un concepto de la libertad harto restringido. Cuando, como los pájaros nuevos, ensayaban sus primeros vuelos hacia la altura, su monomanía era la defensa de las libertades. Examínense los archivos de los cuerpos colegiados, Congreso, Centros Políticos, Asambleas, y se verá la comprobación de esta verdad. Se constatará allí cómo los más fogosos oradores, los más convencidos apóstoles, los más enérgicos defensores de las libertades públicas, son precisamente los primeros que, llegados al gobierno dan la gran voltereta, para colocarse en el polo opuesto de lo que defendieron desde la Oposición. Desde su nuevo punto de vista, comienzan por poner limitaciones a la libertad, llamando licencia a lo mismo que ellos sostuvieron como un ideal sacrosanto. Ahora, cuando están en el gobierno, buscan y rebuscan argumentos especiosos para probar la conveniencia de ciertas restricciones en la emisión del pensamiento. El resultado total de estas limitaciones, restricciones y mutilaciones a la libertad de pensar y su consecuencia la exposición de ideas, es una anulación de esa misma libertad, que viene a serlo sólo en el nombre. Nada de bueno puede esperarse, y sí mucho de malo, de hombres o de partidos que acomodan el concepto de la libertad a su situación del momento; según estén en el gobierno o fuera de él. Tales hombres y tales partidos llevan en si la levadura de una próxima tiranía, en cuya vorágine habrán de encontrar su propia ruina. En el caso que ha agitado la opinión en los últimos días, dicen los opositores de ayer y arribistas hoy, que los empleados públicos deben tener el mismo criterio del Gobierno para apreciar todos los asuntos que caen bajo el dominio del Estado; pretensión absurda e inmoral, por cuanto si bien el Gobierno es una institución de derecho público de carácter permanente (mientras el Pueblo no disponga otra cosa), su personal es cambiante y no puede estar obligado el que llega después de una elección, a solidarizarse en todo y a seguir la misma línea de conducta que el anterior. Agréguese a esto la rotativa ministerial, que suele entre nosotros cambiar la fisonomía del Gobierno cada tres meses. El absurdo y la inmoralidad saltan a la vista. Por lo demás, tal sistema de obligar a los empleados públicos a pensar como el Gobierno, significa equiparar a los empleados civiles del Estado con la paquería, que lo mismo sablea y atropella al Pueblo bajo el gobierno de un Sanfuentes que bajo el actual Gobierno del Amor... Los pacos de ahora son en su totalidad los mismos de la Administración anterior, excepto el jefe... Si bajo todos los gobiernos, todos los pacos piensan lo mismo en materia de atropellos, por qué los empleados civiles habrían de eximirse de pensar como el gobierno en la cuestión internacional? Es éste, de seguro, un razonamiento de arribista... que no puede aceptar ningún hombre honrado y con nociones de cómo son o de cómo deben ser en sí las libertades públicas.

Los partidos políticos comienzan en la oposición. Allí se desenvuelven y crecen. Cuando han llegado a su máximo desarrollo, suben al gobierno, y su permanencia en él es más o menos larga, según su moralidad en el ejercicio del Poder. Recuérdese, a este respecto, y como confirmación de esta verdad, la historia del liberalismo-democrático, agrupación sin más norte que el pancismo, sin otra orientación que la caza del empleo. Aplíquese esta filosofía al partido eje del gobierno actual, y dedúzcanse las consecuencias. Los atropellos a la libertad, consumados últimamente por el Partido Radical; son un mal síntoma para el futuro. La decadencia de ese partido, precipitada con estos atropellos, comenzará demasiado pronto. Pero si esto será un mal para el Partido que siempre se ha creído más cerca del Pueblo, éste ganará con ello, pues llegará un instante en que adquiera el pleno convencimiento de la total bancarrota de la Política y del Parlamentarismo. Y en tal hipótesis, que tiene todos los caracteres de la verosimilitud, el Pueblo habrá ganado inmensamente, pues se confirmaría con ello la verdad de que aun los sucesos más desagradables y desgraciados, tienen siempre su lado bueno.

M. J. MONTENEGRO.