Los Grupos Revolucionarios

Sentirse revolucionario es presentir belleza que ha de brotar de la mayor felicidad, de la mayor felicidad, de la total libertad; es sentir la emoción del ritmo infinito e incontenible de la vida que pone llanto o risa en el pensamiento, así bien dulce y dormido, en el ensueño, que da las ansias de romper de nuestro corazón, las ansias de volar del cerebro; es sentirse bueno hoy y sentirse mas bueno mañana, es ver la vida y después sentir la emoción de la vida; es despeñarse como la cascada quebrada en gotas de rocío, besar la sierra negra y seca, hendir el mar y volar a la nube; seguir corriendo junto al comer filo de agua finito y suave que es la vida. Y ser revolucionario... no es ya sentir la vida; es más, es vivir la vida, es empapar el mundo con esa emoción infinita, suave, del ritmo vivificador que nos anima, es tallar en el mármol tosco que es el mundo, el ideal que se lleva dentro. Sentirse revolucionario es mirar desde un punto del espacio todas las bellezas y palpitar con ellas; y cuando ese aereolito lleno de candentes emociones vuela rápido y ciego por el repecho de la vida, hacia adelante y arriba siempre, es revolucionario. Sentir supremo es el éxtasis hermoso; ser, es dinámico; ser supremo, es vivir el éxtasis.

El revolucionario impregnará su cuerpo y espíritu de la nobleza de sus ideas, ha de afirmar su intención de nunca claudicar, habrá de poner voluntad en lo que haga: ha de ser tenaz y fuerte. No es tenaz ni fuerte aquel que al primero de los tantos desengaños que ha de sufrir, se decepcione de sus ideales y pierda la confianza en los hombres. El revolución ha de tener la convicción íntima de que todos los hombres son Buenos, capaces, y que cada uno lleva el germen de la infinita perfección; ha de creer que la miseria, la maldad, la torpeza de la sociedad no las destruirá ni con astucia ni egoísmo y que sólo hará dar a los hombres sinceridad, bondad y espíritu de sacrificio, cuando él dé, el primero, todo lo bueno que posea. Ha de creer en los demás y así creerán en él.

A pesar de todos los estorbos que la sociedad capitalista y burguesa opone libre desarrollo de las nuevas ideas, el espíritu revolucionario germina y brota en todos los rincones. Y así vemos que desde el norte hasta el sur se han formado centros de estudios sociales. Todos estos grupos, que son revolucionarios, hacen su acción especialmente entre el proletariado; su vida nos interesa tanto como la nuestra y por eso los invitamos a estudiar los puntos interesantes de nuestras declaraciones anteriores. Todos estarán con nosotros cuando afirmamos que: el régimen capitalista se sostiene, únicamente, gracias, a la violencia que puede ejercer sobre los hombres por medio de leyes que dicta el Parlamento, leyes que las hace cumplir el presidente, y el poder judicial por medio de la fuerza pública. Y aún más, con o sin leyes hemos visto que los rebeldes son apresados y muertos en las prisiones, hemos visto que los capitalistas usan el ejército en la defensa de sus intereses. En resumen: si el gobierno, que representa únicamente a la clase capitalistas junto con ésta, no tuvieran en sus manos la fuerza con que violentar a los hombres, no podrían subsistir. Y por esto, a la violencia inhumana del Estado capitalista es necesario oponer la resistencia y la violencia de los trabajadores. Y esta resistencia no la podrán hacer si no se organizan en sindicatos; estos sindicatos tratarán de crecer, de robustecerse, de preparar a sus sindicados hasta lograr un día oponerse violentamente a los capitalistas; han de ser entonces franca y firmemente revolucionarios; y mientras llegue el momento oportuno para derrumbar el régimen capitalista, han de luchar estos sindicatos, ya sea aislados o en conjunto, cuotidiamente, contra los explotadores por medio de la acción directa; es decir, los sindicatos o cualquier organización obrera deben abandonar la lucha o acción indirecta, como lo es el parlamento; no deben pedir más leyes; no deben entenderse con ninguna autoridad, no deben dejar sus asuntos, para que los arreglen, en manos de los políticos, sino que debe entenderse directamente el trabajador con el capitalismo, el sindicato o la organización por medio de representantes, que deben pertenecer a ellos, con el industrial. Estos sindicatos han de ser autónomos, es decir, el sindicato no debe estar bajo la tutela o dirección de ningún organismo extraño; el sindicato no quiere tener diputados, ni presidente, ni jueces; no tiene un fin político, entonces, sino un fin económico, funcional y por lo tanto el sindicato nada tiene que ver con los partidos políticos que sólo pretenden apoderarse del gobierno y desde arriba dirigir el movimiento de la sociedad, y jamás admitirá el sindicato la menor influencia de cualquiera de ellos. Así, camaradas, precisemos nuestros puntos de lucha diseñados; nuestra propaganda ha de ser revolucionaria, y ha de dirigirse contra toda acción de los gobiernos, contra la política, contra las fuerzas armadas que sostienen la violencia capitalista. Debemos abandonar la inacción, debemos deshacer la masa y hacer prender en cada ser humano: un corazón y un cerebro de hombre.

LUX.