La Semana Universitaria

La provocación El Lunes 3 de julio, en la noche, algunos dirigentes estudiantiles supieron que el Consejo de Instrucción Pública había acordado la suspensión temporal de algunos estudiantes que habían tomado parte en la huelga universitaria. Extrañados de esta noticia fueron a los diarios a cerciorarse de su veracidad y comprobaron que era efectiva. El Consejo había resuelto la expulsión.

“En vista de los actos de incitación y de violencia cometidos durante los días de desórdenes estudiantiles, el Consejo acuerda aplicar los siguientes castigos disciplinarios: Expulsión de todas las escuelas universitarias y suspensión del derecho de rendir exámenes válidos hasta Marzo inclusive de 1924, a los siguientes estudiantes: Eugenio González, Enrique Matta Figueroa, Julio Barrenechea, Oscar Schnake, Oscar Acevedo y Alfredo Larraín Neil. Prohibición de asistir a clases a ningún establecimiento universitario y suspensión de exámenes hasta Diciembre inclusive de 1923 a los estudiantes: Isaac Etchegaray y Moisés Cáceres. Igual medida a la anterior se acuerda tomar contra los alumnos que promovieron desórdenes y patrocinaron una huelga en el liceo de hombres, de San Bernardo. Ellos son: Oscar Cárcamo, Jorge Videla, Fernando Meyer, Ricardo Videla y Eduardo Videla”. Esta medida aparentemente legal, es injusta. Es injusta porque el Consejo ha hecho recaer en unos cuantos la culpa de actos ejecutados espontáneamente por la masa estudiantil, actos que fueron amparados por el Gobierno al reconocer que la Universidad era de los estudiantes. Hasta en el Senado que siempre ha sido hostil a la juventud universitaria, hubo palabras de aprobación para la iniciativa realizada. El Consejo que ha tenido por norma ser el eco del Gobierno, en esta ocasión ha obrado sólo inspirado por el despecho. ¿Cuál iba a ser la actitud de los muchachos?

Reacción contra el Consejo Citados para el Martes en la mañana, los estudiantes acudieron a la Universidad y se apoderaron del Salón de Honor a viva fuerza. Antes de la hora indicada, el salón estaba totalmente repleto. El presidente de la Federación de Estudiantes de Chile, compañero Eugenio González, hizo una breve exposición de las determinaciones del Consejo y manifestó que estas significaban un atentado a los fueros de la juventud universitaria. A continuación ofreció la palabra a Oscar Schnake quien dijo que, los estudiantes debían desentenderse de la situación de los afectados para ir en defensa de la dignidad estudiantil ultrajaba por el acuerdo del Consejo. Habló luego Daniel Schweitzer para expresar cuanto lamentaba no ser estudiante a fin de compartir la suerte de los camaradas condenados por las medidas disciplinarias de los consejeros. Estaba hablando, cuando Samuel Lillo, pro-rector de la Universidad irrumpió en la sala, para rogar a los estudiantes que abandonaran el local del cual habían tomado posesión sin aviso previo. Agregó que en caso de ser desoída su petición la policía los desalojaría violentamente. Cáceres interpretando el anhelo de la asamblea respondió al pro-rector con la histórica frase de Mirabeau. “Id a decir a vuestros amos que de aquí no saldremos sino a punta de bayonetas”. Estas palabras fueron coronadas con el aplauso unánime y delirante de la asamblea. Samuel Lillo se retiró de la sala anunciando que la fuerza haría lo que no consiguió la persuasión. En ese instante alguien gritó que la policía iba a penetrar al local. Este grito produjo cierta conmoción en la concurrencia. Entonces subió a la tribuna la señorita Caffarena y dijo: El que no sea hombre que se vaya. No hacen falta los cobardes. Estas palabras causaron la inmediata reacción de la asamblea y la oradora fue estrepitosamente aplaudida. El presidente de la asamblea, Eduardo Bunster, expresó que el no era revolucionario y que su norma era evitar todos los actos de violencia; sobretodo aquellos que son realizados por la multitud. Agregó que cada cual debía tomar su posición en este movimiento y responder de sus actos. Terminó diciendo que aunque no pensaba como la mayoría de los estudiantes, en este caso se unía a ellos para oponerse a la violencia del Consejo. En seguida, Eugenio González citó a los asistentes a una reunión que se verificaría en el mismo local a las 4 de la tarde para tomar acuerdos sobre la actitud que correspondía asumir a los estudiantes. Se levantó la sesión. En la tarde del Martes, los universitarios llegaron a la Universidad y como lo presumían, la encontraron cerrada y defendida por guardianes. Durante una hora no se supo que hacer porque no había modo alguno de conseguir que se abriera la Universidad. Entonces se resolvió aceptar la invitación de los I. W. W. para ir a sesionar al Hogar Común. Una vez que la multitud universitaria llegó al local se dio comienzo a la Asamblea. Habló en primer lugar, el estudiante de Medicina, Eduardo Bunster. Dijo que era menester emplear en la campaña emprendida, primero los medios legales; si estos no daban resultados, entonces convenía pensar en otros procedimientos. Schweitzer que habló enseguida, expresó que ya los medios legales estaban agotados. Ahora no quedaba más camino que el de la acción directa, que la presión colectiva. Canales, inició un discurso para recomendar los medios propuestos por Bunster; pero a poco de hablar su voz fue ahogada por la masa que pedía a gritos la declaración de la huelga. Hernán González Acevedo, sucedió a este orador y expresó que la lucha entre los estudiantes y el Consejo ya estaba planteada. A los estudiantes conscientes, a los que creían que el Consejo había cometido una monstruosa injusticia, no le quedaba más arma que la huelga. Debíase pues, ir a una huelga general por tiempo indefinido. Esta proposición fue recibida con el aplauso unánime de toda la concurrencia. Los muchachos manifiestan su jubilo tirando los sombreros y gritando. Ante esta demostración de simpatía por la huelga, el presidente de la Asamblea que en ese momento era Eduardo Bunster, dio por proclamada la huelga. El mismo compañero que la propusiera insinuó la conveniencia de que en cada escuela se formara un Comité para hacer más efectivo el movimiento. Esta insinuación también fue aceptada. Bunster manifestó que un buen medio de hacer triunfar el movimiento consistía en que los muchachos firmaran un registro comprometiéndose a mantener su palabra. Schnake habló a continuación para manifestar que no había querido participar en el debate antes de que se llegara a un acuerdo, a fin de que los muchachos tuviesen en todo momento más presentes sus ideales y su dignidad de universitarios, que la situación creada a los expulsados. En el curso del debate habló también Alonso para hacer presente que no estimaba cuerda la determinación de ir a la huelga, porque la mayoría de los estudiantes no comprendía los deberes que impone la solidaridad. A las siete de la noche se levantó la sesión y se organizó un desfile hasta la Federación de Estudiantes. Se aprobó en esta sesión el siguiente proyecto presentado por el compañero Meza Fuentes. Considerando: 1.º Que el acuerdo del Consejo de Instrucción Pública es injusto porque individualiza en un grupo reducido de estudiantes la acción de todos los universitarios reunidos en asambleas generales, sin distinción de credos ni doctrinas políticos, religiosos o sociales; 2.º Que, además del acto de vergonzosa y arbitraria violencia, que esa determinación entraña, se comete una manifiesta violación a la ley, inconcebible en hombres que se creen guardadores del orden; 3.º Que es imposible hacer llamados a la conciencia de gente que no tiene otra razón que la del poder y otro argumento que el de la violencia; y 4.º Que es indispensable que estos actos indignos de hombres y de educadores tengan la correspondiente sanción moral. La Asamblea General de Estudiantes, declara: 1.º Que son responsables todos y cada uno de sus miembros de la propaganda y de la acción que el Consejo puerilmente ha querido atribuir a un pequeño grupo de nuestros compañeros; 2.º Que mostrará al país, por medio de un manifiesto debidamente fundamentado, la monstruosa ilegalidad cometida por el Consejo de Instrucción Pública; 3.º Que recomienda a sus miembros la acción individual, aparte de la acción colectiva que la asamblea acuerde, y que cada uno estime más conveniente para la eficacia de la campaña; y 4.º Que hará publicar permanentemente en los periódicos y revistas estudiantiles los nombres de los consejeros que, presididos por un rector moralmente destituido y legalmente en vías de jubilación, no cumplieron con su deber de educadores al dar su aprobación al acuerdo injusto e ilegal del Consejo de Instrucción Pública.

El primer día de huelga El día Miércoles 5, en cumplimiento al acuerdo tomado el día anterior la juventud universitaria se abstuvo de ir a clases y se reunió en la casa de la Universidad. Por razones que se ignoran las puertas del Salón de Honor estaban firmemente cerradas para impedir probablemente la entrada de los asambleístas. Sin embargo, estos con su perseverancia maravillosa lograron abrir una de las puertas laterales y en menos de un minuto, dos mil muchachos tomaron asiento en las sillas, en las mesas, en las barandas, etc. Abierta la sesión, el compañero Schweitzer expresó que aplaudía este acto de la masa, y que creía firmemente que la masa sabría hacerse responsable de él si el caso llegaba. La masa contestó que sí con una tempestad de aplausos. Restablecido el silencio, el orador dijo que había meditado y pesado fríamente los acontecimientos y que creía que la huelga era una medida precipitada. Expuso que se reconocía en abierta contradicción con los principios que había sostenido el día anterior, pero que era menester reflexionar; que por huelgas, los estudiantes, lejos de conseguir que volvieran a la Universidad los camaradas expulsados, sólo, conseguirían que los expulsados aumentaran. Esta proposición fue violentamente rebatida por algunos asambleístas quienes expresaron que no era de hombres volver atrás, que la huelga estaba declarada y había simplemente que mantenerla. Al margen de esto, se siguió un vivo debate sobre el éxito o el fracaso de la huelga no llegándose a ningún acuerdo concreto. Finalmente habló el Diputado señor Labarca, (entre las protestas de los asambleístas de la extrema izquierda) para pedir a los muchachos desfiles, muchos desfiles y además la creación de un Comité Dictatorial. Se levantó la sesión a las 12 M. En la tarde del Miércoles A las 4 de la tarde –hora fijada para la Asamblea de la tarde– los muchachos encontraron el Salón de Honor ocupado por Carabineros y en cada puerta un par de estos mismos individuos con bala en boca. Además por los pasillos, sitios reservados, etc., circulaban profusamente oficiales, brillantemente uniformados, dándole un espléndido golpe de vista a la Universidad de Chile. En vista de esto y para que los estudiantes y profesores no se equivocaran se puso en la puerta un hermoso cartel que decía:

CUARTEL GENERAL DE LOS CARABINEROS

A las 4.30 después de solicitar los permisos que exige la Ordenanza para ocupar recintos militares, los muchachos se dispusieron a sesionar en el hall; pero a la entrada fueron atajados por un señor oficial que dijo que él permitiría la entrada a los estudiantes siempre que dejaran en la calle la bandera roja. Con muy sensatas razones se le hizo ver al distinguido militar que se trataba de un trapo inofensivo. El señor oficial se mantuvo firme. En ese instante el señor Schweitzer (que como todo el mundo sabe es abogado) le dijo al militar de marras que esa bandera era propiedad privada del portaestandarte que la cargaba y que el deber de los Carabineros en todo instante era respetar la propiedad privada. Este sencillo argumento anonadó al oficial quien dando muestras de un espíritu sabio no se atrevió a insistir. Abierta la sesión en el hall, hicieron uso de la palabra numerosísimos oradores sobre la finalidad y duración de la huelga. Se vio que la Asamblea estaba dividida en tres grupos; uno que pedía la huelga indefinida, otro que propiciaba la ruptura del movimiento y un tercero que aplaudía ecuánimemente a los oradores de ambos bandos. Las dos primeras corrientes no se pudieron poner de acuerdo y la resolución final de este asunto fue aplazada para Una Asamblea especial que se celebraría el día Jueves. Terminó la sesión con un interesante desfile por las calles del centro.

Queda afianzada la huelga Discutida la huelga el día Jueves, quedó definitivamente afianzada en la tarde de este día dándoselo un carácter –no de pasividad– sino de combate. Se acordó hacer desfiles diarios y mover la opinión pública para que se sepa que, los universitarios desconocen la autoridad del Consejo de Instrucción Pública. Se dejó constancia de que la Casa universitaria está totalmente ocupada por tropas hasta el extremo de que se ha impedido a los propios estudiantes entrar a su Universidad. Todo esto significa que los estudiantes deben abstenerse en adelante de ir a una Universidad militar e ir derechamente, por todos los medios posibles, a conseguir su cierre.