LOS ESCRITORES Y LA MUSICA

Señor Ich Grole Nicht:

En su artículo sobre la “música y los escritores”, dedica usted una parte a mi charla: “De Bach al Expresionismo”. En ella, formula usted algunas apreciaciones personales, contrarias a las sustentadas por mi. No pretendo polemizar al respecto. No tiene objeto tampoco. Hace algunos años que los hombres discuten esos puntos: y no llevan trazas de terminar. El objeto de estas líneas es otro. En su articulo, usted me atribuye palabras y juicios que yo ni siquiera he soñado. Comprendo que ello no tiene ninguna importancia. Comprendo también, que en una conferencia es difícil apresar ideas que llegan, tiemblan un segundo en el aire, y se desvanecen. Pero se me ocurre que esto mismo debió hacerlo más parco en el afirmar. Como carezco de suficiente espíritu cristiano para cargar con faltas que no son mías, paso a demostrarles, que algunos conceptos que usted me supone, no me han pertenecido jamás. Usted dice:”Las obras de Bach son, según García Oldini, agradable pasatiempo sin ningún alcance humano, ni subjetividad pasional, etc.” Yo creo que la música de Bach no es romántica, en el sentido de que en ella no aparece nunca el hombre… Pero de ahí a suponerla pasatiempo…! Lo dicho—afirmé en mi conferencia—¿quiere significar que la música de Bach carece de expresión? De ningún modo. Pero su expresión es absolutamente impersonal; es algo como la emanación del alma especifica de la música.” “Se la ha comparado a los templos góticos.” Y en efecto—anota Schweitzer—hay entre ambos una analogía muy pronunciada: “Yo aceptaría, aunque con reserva la comparación, siempre que al concepto arquitectural pudiera asimilarse de la idea de vida. Y más adelante: “este arte abstracto por excelencia, al producir emociones y sugerencias inclasificables, nos lleva, rectos, a la idea de la Divinidad, última expresión de lo Abstracto.” “Si algún día el hombre consiguiera salirse de sus limitaciones conceptuales, eliminar toda interpretación, y entrar en esta música desnudo de sus siete velos de pasión; ese día el hombre, seguramente conocería a Dios.” Como se-ve esto dista algo de lo que usted me supone. Cita usted en seguida una buena suma de juicios sobre las obras corales de Bach, y los opone a mi modesto parecer. Tales juicios no sirven, en este caso, porque yo solo me he referido a la música instrumental. Y—usted estará de acuerdo conmigo—, son cosas diferentes Escribe usted: “De paso el conferencista trató despectivamente a Federico el Grande, haciendo algunas consideraciones que sonaron a “cuestión social” muy siglo XX.” Yo no he tratado ni despectiva, ni no despectivamente a tal personaje. Lo he mencionado únicamente. Refiriéndome a la prodigiosa facilidad de Bach, cité sus trabajos “sobre un tema inimportante del rey Federico II.” Fue todo… La defensa calurosa que usted hace del no atacado monarca me tientan a decirle que usted exagera un poquitito… Usted parece olvidar el italianismo del rey famoso: y el modo tiránico y esclusivista con que lo impuso en su corte. Charles Burney, escribía en aquel entonces: “La música está detenida en este país permanecerá en tanto el rey no conceda a los artistas, más libertad en su arte que la que concede, en materias civiles, a sus gobernados. El rey quiere ser a un mismo tiempo, el monarca de las vidas y fortunas de sus súbditos, el regulador de sus menores placeres.” Si el hijo de Bach permaneció siete años en Berlín, fue porque se le impedía marcharse. Bien sabido es que Federico II lo tenía en situación inferior a compositores como Graun y Quantz. Para juzgar la calidad y el criterio “del monarca más artista que se haya conocido” basta recordar las siguientes líneas escritas por él mismo, al príncipe de Orange, casi a raíz del estreno de la “Fiesta de Alejandro”: “Los bellos días de Haendel han pasado; su cabeza está agotada, y su gusto fuera de la moda.” Lo de “cuestión social muy siglo XX” es una equivocada apreciación suya… Yo me limité a hacer historia. Usted escribe después: “Dijo que Beethoven se había rebelado contra el tema único; cuando en realidad el creador de la sonata con más de un tema fue un hijo de Bach”. Yo no hablé de Beethoven como innovador de formas. Solo me referí al uso que de ellas hizo. Tan es así que en una parte dije: “Que la arquitectura adoptada corresponda o no a la forma sonata es algo que está lejos de preocuparle…” Como usted no podrá menos de aceptar, no se adopta lo que se inventa. Sin embargo, reconozco que la ausencia de ciertos nombres pudo inducir en error al oyente profano. Y ya que se presenta la ocasión, la voy a aprovechar para manifestarle que después de las investigaciones sobre los autores de la escuela de Mannheim, resulta un poco… peligroso atribuir a Felipe E. Bach la creación de la “sonata con más de un tema”. En efecto, de las publicaciones emprendidas por investigadores tan sabios y eruditos como Hugo Rieman parece desprenderse, (Rieman lo afirma) que el verdadero creador de la moderna forma “sonata” fue Johann Stamitz. Tampoco he dicho que en Beethoven “está toda la música del porvenir.” Mis palabras fueron: “A él llegan todos los senderos del Pasado: de él parten todos los caminos del Porvenir”. Yo creo que es diferente. Cuando los hombres sean capaces de estudiar serenamente el complejo encadenamiento de causas y efectos a que está sujeta la vida, acaso vean con claridad los caminos que de Beethoven, llevan a Debussy. Bastará con analizar las relaciones de continuidad, de progreso y por consiguiente de diversificación y complicación entre Beethoven y los románticos Schuman, Litz, Berilos; y entre estos y rusos. También habrá que considerar la influencia de Wagner sobre los simbolistas franceses. Camino, es marchar, enriquecimiento, diferenciación. Si no fuera así, el hombre no sería hombre, sino mono. Debussy no sería Debussy. Sería simplemente Retoben. En cuanto a Wagner, usted nota: “Dijo que a la distancia parecía un semi-dios.” Usted debe recordar que yo estaba hablando del hombre de su vida augustiada, de su pesimismo. Refiriéndome a esto dije que a la distancia no veíamos sino al semi-dios cuando en verdad, este semi-dios, no es otra cosa que un “inmenso desganado”. Ante de terminar, le voy a decir que su apasionante para juzgar a los escritores lo arrastra, a menudo, a juicios demasiados terminantes e injustos. Respecto a Rosseau, usted solo recuerda que inventó “un absurdo sistema musical”. ¿Por qué no recuerda también que fue él, quien preconizó el género de recitado que después de siglo y medio ha usado Debussy? En cuanto a Nietzsche, me parece demasiado superficial su apreciación. Por desgraciados que sean los juicios del autor de Zarathustra, sobre Wagner, ello no resta un ápice el valor de sus concepciones estéticos-musicales, acaso las más hondas y bellas que hayan nacido de cerebro humano. Otro tanto podría decirle de Romaín Rolland, en quien usted no ve sino al autor de “Juan Cristóbal”. Romaín Rolland, es músico, además de pensador, poeta y erudito. Pocos críticos modernos poseen su amplitud, su cultura y su sensibilidad. Es un error creer que solo pueden hablar sobre música, los compositores. Pero este error, hijo del apasionamiento se esplica perfectamente con solo recordar la inmensa cantidad de sandeces que sobre el arte musical han estampado los literatos; y la audaz inconsciencia con que, hoy mismo, pontifican sobre una materia de la que nada saben. No obstante, sería hermoso buscar los caminos de la ecuanimidad y no hacer pagar a los justos las faltas de los pecadores. Puede creer señor Ich Grole Nicht, que le agradezco sus palabras sobre mi persona y que solo me ha movido a enviarle esta, la falta de espíritu cristiano a que me referí antes.—Atentamente

Fernando G. OLDINI.