CONTRA LA FARSA ELECTORAL

¡OBREROS, NO OS INSCRIBAIS, NO VOTEIS!

Mientras todos los partidos políticos se aprestan a la lucha electoral, nosotros, revolucionarios convencidos, nos dirigimos a los asalariados en primer término, porque ellos son las víctimas propiciatorias del artificioso mecanismo que nos rige, y a cuantos, sin serlo, se rebelan contra la actual organización de la sociedad, para exponerles, en el lenguaje sincero que un pensamiento honrado dicta, las razones que abonan la propaganda abstencionista de que somas, constantes y convencidos mantenedores. Está tan arraigada la preocupación electoral, que se tacha de temerario a quien se atreva, no ya a negarla, sino tan sólo a ponerla en duda. Nace de tal manera con nosotros y con tal fuerza se encarna en los individuos el prejuicio del indiscutible derecho de las mayorías, qua el dictado de loco es lo menos a que se hace acreedor el que se atreva a discutir derecho tan torcido. Sin embargo, toda una categoría de hombres familiarizados con las ciencias y un número no pequeño de trabajadores, re pronuncian hoy resueltamente contra la ley de las mayorías y contra toda legislación o administración política cualquiera que sea su objeto. Entendemos que la ley o el derecho de las mayorías, en que se apoya el procedimiento electoral, ha dado ya más que suficientes resultados para que la experiencia lo rechace. Un siglo de ensayos electorales, de renovación constante de poderes, de confección de leyes, reglamentos, etc., es más de lo que podía exigirse para demostrar la ineficacia del sistema engendrado par la Revolución francesa para servicio de la clase media, desde entonces acá preponderante. Esto aparte de que no son las mayorías las que prevalecen. Casi nunca el número de votantes llega a estar representado par una mitad de los electores; y si a los que no votan se agregan los que están en minoría y son vencidos, y se añade a éstos las mujeres, cuyos intereses son tan respetables e importantes como los de los hombres, resulta claramente que de la urna electoral no salen ni saldrán jamás los representantes de un partido o de una agrupación de políticos de oficio, interesados en que prevalezcan sus particulares miras, intereses y propósitos. Y no hablemos de la inmoralidad electoral, del tráfico indigno de las conciencias, de las infamias, de las grandes iniquidades que en todos los tiempos se cometen para sacar triunfantes a los candidatos. Queremos examinar desde más alto las cuestiones, porque ese lodazar infecta cuanto toca. Queremos todavía suponer que realmente fuesen las mayorías las que prevaleciesen, ¿qué se hará de los intereses de las minorías? ¿No son acaso intereses de hombres como los de los demás hombres? No; lo que no se da en cada uno de nosotros no se da en todos juntos. Si un hombre no tiene derecho a reglamentar la vida de otro hombre, mil hombres juntos carecerán también de ese derecho. Creer que la mayoría tiene la facultad de dictar leyes o administrarnos, es tan absurdo como si creyéramos que una reunión de ciegos. par el mero hecho de ser una reunión, adquiriera milagrosamente el don preciado de la vista,. ¡No, no os inscribáis, no votéis! El conservador que os solicita os quiere dar un amo. El radical que se os acerca os ofrece varios. Y coma resultado de esta herencia maldita que se llama preocupación legislativa, os saldrán también al paso comunistas que tratan de que surja de la urna electoral el prometido maná, como obra de milagro. Conservadores y radicales mantienen el mundo en la esclavitud, en la división de castas, en la propiedad individual, que es el privilegio del monopolio y de la usura. Radicales y conservadores os prometerán, quizá, una mentida igualdad ante la ley, pero os dejarán de hecho esclavos los unos le los otros mediante el jornal, que es la sanción del derecho de propiedad a favor de unos cuantos escogidos. Conservadores y radicales os ofrecerán una libertad escritas en un pedazo de papel, pero mantendrán uno o más poderes que os cohiban en todos los instantes de nuestra vida. Conservadores y radicales os prometerán el reinado de la justicia y continuarán reverenciando al ladrón atildado que estafa a la nación y al capitalista que roba al obrero, y castigando al hambriento que se apodera de un panecillo. Y a vosotros, trabajadores, especialmente a quienes solicitarán con empeño los falsificadores del comunisrno, os decimos: El que anda con lobos, a aullar aprende; no serán mejores los candidatos obreros que al Parlamento o municipio mandéis, ni podrán hacer lo que sólo revolucionariamente puede hacerse. Perder el tiempo en la vil y miserable comedia electoral, es renunciar a la emancipación anhelada. Pero aunque supongáis realizados sus prepósitos, conquistando el poder político, vencidas las clases dominantes, ¿qué hará ese partido comunista que ha juntado a todas las preocupaciones del tiempo viejo, las ideas emancipadotas del tiempo nuevo? No, trabajadores; radical, conservador, demócrata o comunista, siempre os daréis un amo con el nombre de candidato si votáis delegando en otro todas vuestras prerrogativas. Radical, conservador o comunista, quienquiera que os solicite, desea vuestro voto porque con el se reviste de todo el poder, de toda la fuerza, de toda la energía que en vosotros reside. Inscribirse, votar, es abdicar, es anularse; ¡no votéis, no abdiquéis, no os anuléis! La emancipación total definitiva sólo puede obtenerse revolucionariamente. Después de un siglo de práctica individualista, después de un siglo de ejercicio de privilegios, monopolios y acaparamiento de la riqueza, sólo un medio resta para modificar radicalmente las condiciones de la vida, y este medio es la revolución social. Las soluciones anarquistas que se imponen actualmente par la ineficacia de los viejos sistemas, se impondrán igualmente mañana por la ineficacia de las doctrinas analgamadas del comunismo autoritario. Para obtener de una vez para siempre la anhelada libertad, hay que expropiar revolucionariamente todos los poderes. Que todos los miembros sociales obren por sí mismos, mediante mutuos convenios, sin delegar en nadie sus derechos, sus facultades, sus atribuciones, sin esperar órdenes superiores ni confiar en centrales administraciones que todo lo monopolizan., y la independencia social quedará establecida de una manera más firme, más real que por medio de todos los poderes artificiales y organismos e instituciones forjados para establecerla y garantizarla. Para que impere, en fin, la deseada justicia y brille esplendorosa un día sobre la faz de la tierra, es preciso que todo el mundo pueda alimentarse, instruirse y gozar y vivir en armónica bienandanza. Y no es ciertamente como obtendremos un pedazo de pan alguna instrucción, el más íntimo goce, depositando un pedazo de papel en la urna electoral. Con esta práctica se nos acostumbra, a esperar de los gobernantes el alimento necesario, la instrucción indispensable, el goce siempre negado. Cuando esta práctica se abandona empieza a ser posible la conquista de eras cosas, porque empezarnos ya a buscarlas por nosotros mismos, y al término de este camino se encuentra siempre la revolución, que traerá inevitablemente la libertad completa dentro de la más estricta igualdad de condiciones económicas y sociales. Un cambio más o menos radical de personas, una modificación más o menos profunda de instituciones, qué puede darnos? Mirad en derredor: Republicas federales, repúblicas unitarias, monarquías, clases, todo vive y subsiste para defender y mantener la propiedad y el privilegio de los propietarios, para afirmar y continuar la esclavitud de los obreros. El hambre reina en todas partes, la ignorancia se enseñorea de todas las naciones, la relajación moral y el crimen todo lo abarcan. ¿Qué os importa quie sean estos o aquellos los amos? Lo que debe importaros es no tener amos? Pues, mientras votéis no haréis más que confirmar vuestra esclavitud, porque el que elige un amo se confiesa un esclavo. ¡Y ni siquiera, sois libres de elegir el que os plazca! El que os da el jornal en el campo o en la fábrica, el casero que os arrienda vuestro garito, el tendero que os vende robándoos y envenenándoos, todos Pueden condonaros a perecer de hambre en unión de vuestras compañeras y vuestros hijos, si no votáis a su gusto. ¡Andad pobres siervos de la gleba y del taller, y poned en manos del capataz el látigo con que os debe cruzaros el rostro! ¡Andad, y que cierren de una vez para siempre el último eslabón de la cadena que aún os sujeta! ¡Andad, y no faltéis en calidad de comparsa en el sainete electoral, que vuestra sangre y que vuestra existencia convertirán en drama terrible de lágrimas sin cuento! Y si no váis, si la rebeldía invade vuestro espíritu y sentis aliento y fuerza para sacudir violentamente todo poder, toda tiranía, venid a nosotros, rebeldes también, y la revolución será pronto un hecho. Venid a nosotros y con nosotros decid a todos los partidos, desde el más reaccionario hasta el que os seduce con el espejismo de una ridícula dictadura. No nos inscribimos y no votamos porque no queremos delegar en nadie nuestros derechos, porque queremos gobernarnos por nosotros mismos, porque queremos la libertad efectiva, la igualdad real, a fin de que la sociedad viva en la justicia. No votamos porque tenemos algo más grave de que ocuparnos; porque es necesario dar alimento y abrigo, instrucción y comodidades a la mayor parte de la humanidad que vive miserable y desamparada, sin que ello os preocupéis para nada ni nada que podáis hacer, aunque queráis, con vuestros votos, vuestros diputados y vuestros ministros. No nos inscribimos y no votamos porque la emancipación humana no puede salir de una urna, sino únicamente de la revolución triunfante.

Somos luchadores de un estado social que tenga por base la igualdad de condiciones económicas, por método la libertad y por fin la solidaridad de todos los hombres.

Todo esto excluye las clases, los privilegios, la propiedad, el gobierno, la autoridad. Vamos en pos de un nuevo mundo y tratamos de destruir el vuestro viejo y carcomido. ¡Guardad vuestras papeletas y abandonad toda esperanza, que el porvenir e nuestro!

M. SUAREZ.