LA MUSICA Y LOS ESCRITORES

La dirección de “Claridad”, deseando que no quedase incompleta la exposición de opiniones que bajo el titulo: “Los escritores y la Música”, se ha venido haciendo en estas columnas; y comprendiendo que su natural modestia impediría a Ich Grolle Nich exponerse a sí mismo, encargó esta paternal tarea a uno de sus redactores. Como podrá apreciarse leyendo las líneas que siguen, el encargo ha sido cumplido a conciencia.

ICH GROLLE NICH

Músico, hijo de músico, Ich Grolle Nich, emplea su vida en musicales actividades. Es compositor y director de orquesta oficial de la Federación de Estudiantes y de la I. W. W. Estos títulos y estas relaciones no siempre le reportaron beneficios. Debido a ellas, fué imposible conseguir que la Compañía Lírica le representara una ópera titulada: ¡“Viva Chile”! Ha escrito otras obras. Tiene inéditas una “Cantata a la Virgen del Carmen, Patrona del Ejército de la República” y un “Himno a los Pacos”. A veces empuña la péñola y ejerce de crítico. Es el único hombre que, en nuestro país, juzga operetas, zarzuelas, shimmy y tonadas conforme a las reglas admirables que sobre el particular, nos legaron los clásicos griegos y romanos. Gusta practicar las obras de misericordia. Sobre todo la que ordena enseñar al que no sabe. Para hacer más fecundas y accesibles sus lecciones sigue un curso de estilo literario con D. Goyo Amunátegui. Está preparando “Tratado de Estética y Filosofía de la Música” que llevará por epígrafe el siguiente versículo, aprendido de S. Ignacio de Loyola: “Sólo yo poseo la verdad. Quienes digan algo contrario a lo que yo pienso, mienten…” Detrás de este epígrafe se desarollaran quince estupendos tomos de exacta y condensada sabiduría. En ellos se demostrará (por afirmación) que únicamente pueden opinar sobre canto los miembros de la “claque” del Teatro Municipal que permanecieron en su puesto más de trece años, y, en consecuencia, tienen a su haber un mayor número de óperas oídas. Respecto a música de cámara los jueces serán los empleados del Conservatorio, que durante tolo el año no hacen sino oír a Bach, a Scarlatti, Beethoven, Schuman, etc., etc. En materia de composiciones sinfónicas, la cátedra será asignada a los acomodadores del “Unión Central”. Los últimos tomos estarán destinados a demostrar que los trabajos de los investigadores modernos sobre los músicos de Maunhein no han existido nunca; que las búsquedas de Hugo Rieman y los escritores en que asigna la paternidad de la “sonata moderna” a J. Stanitz, son invenció de unos locos, aficionados a los libros, que vivían en Chile en el año 1923. También se aprobará en estos tomos que el historiador ingles Charles Burney no ha existido jamás. y que los juicios de su libro: “Thi present state of music in Germany”, sobre el gusto musical de Federico II, y el ambiente artístico de su corte, son disparates de algunos iluminados chilenos; que Rousseaun no se preocupó en ningún momento del “recitado”, que Nietzsche, cuya única cualidad era la envidia, escribió el Zarathustra en alemán porque no pudo escribirlo en música; y que Romain Rolland, no sospecha que cosa sea una nota. Un corto apéndice nos pondrá al corriente de los procedimientos seguidos por Ich Grolle Nich. Son fáciles. Se reducen a ser música. Antes del Indice, el Tratado llevará en tetras rojas, las siguientes interesantísimas declaraciones: “Yo no me masturbo, el cerebro ante los libros. Yo no soy católico. Yo no hago ironías.”

Fernando G. OLDINI.