CRONICA MUSICAL Opiniones a propósito de Igor Strawinsky, del gran compositor moderno Erik Satie.

 

(Fragmento Inédito)

 

STRAWINSKY, por Picasso.

El progreso ha visto siempre levantarse contra él violentos adversarios, los cuales, constatémoslo, no brillan necesariamente por su ímpetu más que por un banal buen sentido. Sí. Sus adversarios defienden sin gran éxito –por lo demás– viejas costumbres, de las cuales la estimación a sus ojos no es posible establecer. Quieren presentarnos sus viejos pantalones, sus viejos bonetes, sus viejos zapatos, como objetos de un precio inestimable, tanto por el valor de comparación como por su valor propio –un poco intramuros– dicen ellos, para reforzar el término. Para ellos, un objeto es bello, sólido e impermeable por el simple hecho de que ya está fuera de uso y largamente reparado (y sobre todo, porque les pertenece, agregó yo, no sin cierta hipocresía baja y pérfida). Esto no es tan tonto bien que ello no sea ni muy astuto ni muy original, y es por esto que vemos un tan gran número de viejas locomotoras, de viejos vagones, de viejos paraguas, etc... llenar las vías públicas –regionales y cerebrales– y con frecuencia urinarias.

En todo caso estos defensores del Orden, de la Moral, de la Conveniencia, del Honor, de la Nación, del Derecho, de la Justicia, y de las Costumbres Prehistóricas, están dotados de una gentileza y de una cortesía de hombres superiores, seguros de ellos, enteramente confites de la razón. Jamás una palabra más alta que la otra, cuando están frente a sus adversarios. ¡Jamás! Yo me doy un placer en reconocerlo, aún ante notarios.

Por el contrario, el progreso es defendido por partidarios completamente de otra especie, gentes descaradas, de un desplante formidable, naciente y violento. Estas gente, olvidando el respeto debido a los Viejos Padres tranquilos, equivalen al hombrecito grosero del camino que, como si nada existiera, continúa pisoteando a medio mundo sin preocuparse del que dirán, ni de los ojos furiosos que siguen sus pasos. Sí: Pero no es de esta manera como uno deba portarse cuando es bien educado. Yo temo que esto les traiga desgracias –de aquí a trescientos años, por lo menos.

Igor Strawinsky –para nosotros, terribles perturbadores– es uno de los genios más notables que haya jamás existido en música. La lucidez de su espíritu nos ha libertado; su fuerza combativa nos ha devuelto derechos que nosotros no podíamos continuar perdiendo. Esto es indiscutible. Más incisivo que el de Debussy, su poder de penetración no se debilita; el temple es demasiado fuerte. Hay en Strawinsky una tal variedad de medios, un tal sentido de la invención que lo deja a uno maravillado. Últimamente “Mavra” ha traído una confusión bastante instructiva en el mundo musical. Nosotros hemos podido leer algunas disertaciones de los Señores Críticos, disertaciones a cual de ellas más cómica. Porque ellos no han comprendido nada, les ha sido más fácil adivinar el “sentido oculto”. Dentro de poco comprenderán –y aún demasiado– estad persuadidos. Y los Señores Críticos nos revelarán “Mavra” dibujándonos todos sus méritos –agrícolas y civiles- y se los atribuirán sin el menor pudor. Pero yo quiero hablarles de otras obras menos conocidas: de los trabajos mecánicos recientes de Strawinsky, experiencias sobre la técnica de los instrumentos, registradores. Aquí, el gran músico ruso se muestra un espíritu verdaderamente libre, realmente independiente.

Que me sea permitido felicitar a Jean Wiéner, de haber, el primero, dado sitio en un programa a una “interpretación mecánica”. Desgraciadamente, los rollos presentados no estaban perfeccionados, lo que alentó a los enemigos en su exposición, y les permitió tener un poco de razón –bien que estaban completamente en el error los pobres. La audición de un instrumento automático repugna a las costumbres, indigna a los hábitos. Una realización sonora, tan nueva, ofrece dificultades de todo orden –las materiales son las más elementales y sonrientes– Cuán árido es remontar corrientes creadas a nombre de pretendidas tradiciones y cuyo único mérito es la vetustez. Sí.

Hay motivos para sorprenderse cuando oímos a virtuosos de talento, decirnos que juzgan los instrumentos mecánicos como posibles competidores. Es, me parece, hacerse una injuria a sí mismo concebir un tal pensamiento y tener un tal temor. Ante todo, la pianola es otro instrumento que su camarada el piano con el cual ella no tiene sino fraternales lazos, Strawinsky, antes que ningún otro, ha realmente escrito un trozo en el cual ciertos recursos propios a este instrumento han sido empleados. Que los virtuosos del piano sepan bien que ellos jamás podrán hacer lo que hace una vulgar pianola; pero que, a su vez jamás un medio mecánico podrá sustituirles. A este respecto, que duerman tranquilos sobre sus dos orejas, si esto les es agradable.

Por estos trabajos, Strawinsky aporta a la música un elemento nuevo de una riqueza enorme. Podemos apenas prever los beneficios que nos traerán las investigaciones de mi ilustre amigo. Yo le reservo toda mi confianza y una definitiva admiración. La diferencia de técnica existente entre la pianola y el piano, hace menos pensar a la que separa la fotografía del dibujo, que a la litografía en comparación al trabajo directo; porque, en suma, la litografía ejecuta a la pianola cuando el dibujo toca el piano.

Es necesario que los músicos se interesen por este nuevo procedimiento de producción fónica. Sin ninguna duda el registro mecánico es una garantía; y desarrollará más rápidamente y más seguramente la escritura musical que lo que han podido hacerlo todos los calígrafos, reunidos o no. Yo, sé que Strawinsky es un mágico que nada tendrá que ver con las Bastillas.

(Traducido para “Claridad”)