POETAS Y BUFONES

Bien fresca está aún la huella de la agria polémica sostenida entre Vasconcelos y Chocano. Cada lector recordará, en efecto, el artículo del primero, titulado como estas líneas y referente a Chocano y a Lugones. A él siguieron otros muchos artículos, escritos por autores de diversos países y animados por intenciones, ya de defensa, ya de ataque enconado. Un libro que ha publicado hace poco la Agencia Mundial de Librería con el título de “Historia contemporánea: poetas y bufones”, presenta compilados los más importantes de estos trabajos. En él podemos ver con detenimiento la polémica encendida, mordaz, terrible, que tuvo repentina derivación con la muerte del escritor Edwin Elmore por Chocano. Pero no precipitemos los hechos. Vasconcelos escribió, a propósito del discurso de Lugones en las fiestas centenarias de Ayacucho sobre “la hora de la espada”, el artículo a que ya hemos hecho referencia. En él aludía de manera terrible a Chocano. Bufón llama al autor de “Alma América” y relata de manera menuda las hazañas de éste tras el cotidiano mendrugo, junto a los tiranos del continente. Vasconcelos no teme decirnos con lengua extraordinariamente viril cuáles han sido los metamorfoseos de Chocano, sus humillaciones, sus rastrerismos y sus bajezas. A este articulo contestó Chocano con una carta llena de encono, que publicó el diario mexicano “Excelsior”. En ella el poeta rebate las afirmaciones de Vasconcelos y ataca por su parte al ex-Ministro de Educación de México. Para finalizar su trabajo, aplica a Vasconcelos el epíteto de “farsante”, no “como un insulto fácil– escribe–, sino como una acusación formal”. Hasta aquí la polémica, aunque teñida de un violentísimo carácter personal, se halla confinada en un ámbito pacífico. Los contradictores son hombres de extraordinario coraje, que no temen insultarse de manera feroz, al mismo tiempo que aplican a hombres e instituciones de América dictados que guardan proporción con su encono personal. En el Perú, la causa de Vasconcelos mereció desde el primer momento la adhesión de un numeroso grupo de intelectuales jóvenes. Para estos escritores el mexicano había dicho la verdad al calificar como lo hizo a Chocano, cuyas ideas y cuya vida examinaron con franqueza y aplomo. Entre estos jóvenes debemos destacar de inmediato a Edwin Elmore. Los artículos de Elmore sobre Chocano apenas salen de la región de los principios y de las ideas. No contienen sino vagas y generales alusiones a la vida de Chocano y respetan por lo común las intenciones de éste. En realidad, más que ataques al poeta son defensas de Vasconcelos, cuya vida y cuya obra Chocano había atacado en forma virulenta en diarios y revistas. A los artículos de Elmore, el poeta respondió airadamente. En el volumen que nos ocupa, leemos la carta que el autor de “La epopeya del Morro” dirigió a Elmore, llena de insultos personales especializados en el padre de éste, a quien el poeta llama traidor al Perú.

Las cuatro hermanas, por Norah Borges.

Los hombres todos de las generaciones jóvenes peruanas aparecen tratados en forma salvaje por Chocano. He aquí unas cuantas de sus expresiones: “Pequeños farsantes todos ustedes– decía el poeta–. ¡Generación de cucarachas botadas en el estercolero civilista!” Cada uno de sus enemigos es para Chocano un ser vil que no merece sino un escupo en la cara... Por fin, el escritor vano a quien el humo del incienso se le ha subido al cerebro, dice: “¡Un peruano por quien un Rey, diez Gobiernos y tres Congresos se interesan (alude a la defensa que de él se hizo cuando se le iba a fusilar en Guatemala), insultado por el hijo del traidor de Arica! Miserable. Como he aplastado a Vasconcelos, te aplastaré a ti, si no te arrodillas a pedirme perdón. Yo para usted no podría ser sino su Patrón. “Como se ve, el poeta ha perdido ya toda compostura. Su carta es un escarnio vivo que no respeta nada. Ya sabemos lo que sucedió después: Chocano entró a un diario, a entrevistarse a un amigo y en una sala halló a Edwin Elmore, el destinatario de esa carta, conversando con aquél. Un cambio de palabras, cortante, agresivo. Un pequeño pugilato entre el joven escritor y el poeta, y luego el disparo que corta una vida llena de méritos y de promesas. Actualmente el poeta se halla aún en la cárcel, esperando que la justicia falle en su causa. Recientes periódicos peruanos han dado noticias sobre las alternativas del proceso, las pruebas testimoniales, los informes de peritos. No sale bien parado de tales pruebas el autor de “Alma América”. Se ha comprobado que el disparo fue hecho no a quemarropa, como dijo el poeta en su defensa, sino a distancia. Chocano repelió la agresión de Elmore con la amenaza de su arma. Cuando Elmore se hallaba ya separado de él, entonces disparó. ¿Cuál irá a ser el fallo de la justicia peruana? El favorito de Leguía, el que ha dicho que solo dos hombres pasarán a la posteridad en su patria, Leguía y él, ¿será condenado? A la muerte de Elmore, el tono de la polémica cambió de manera radical. La figura del joven escritor fue levantada como un símbolo por sus amigos y por diversos escritores del extranjero. “Era muy conocido y estimado en todos nuestros círculos culturales– escribe Armando Herrero–. Entre otros trabajos de bastante mérito había publicado ya “El esfuerzo civilizador”, “El nuevo Ayacucho”, “En torno al militarismo”, “El españolismo de Rodó” y también muchos artículos diseminados en diarios y revistas de esta capital (Lima) y del extranjero.” En un artículo publicado en España, Luis Araquistain también dedica palabras de homenaje a Elmore. Se refiere a su campaña españolista y dice que en ella no ha estado solo, y agrega: “Pero tampoco ahora, en la huesa, está solo; desde luego, no tan solo como su matador. Con Elmore estarán todos los que en América y España sueñan y trabajan por una común civilización de hombres libres.” Gabriela Mistral también publicó un ardiente artículo de defensa de Vasconcelos, a propósito de las acusaciones de Chocano. Dice nuestra poetisa que ella tiene “algún derecho a ser creída por el hombre ilustre del Perú”; y luego exclama: “¡Farsante, no! Farsante es aquel que ha poblado el aire de palabras; el que ha prometido a la Vida sin cumplirle nunca; el ideólogo que nunca ha hecho crujir la realidad entre sus puños; el político común hispano-americano, que ha realizado patrias en discursos, dejándolas en la misma infelicidad. Este Vasconcelos, que en su Ministerio de cuatro años fecundó de actos cada día y hasta obró en exceso por esa como pasión suya de Génesis, puede ser otras cosas: un vehemente, un “apresurado de Dios”, nunca un farsante.” Más adelante se refiere al asesinato de Elmore por Chocano y recuerda las palabras de Oscar Wilde en la “Balada de la Cárcel de Reading”. “Ese rojo instante– dice a continuación– se abrió ayer sobre José Santos Chocano, y no hay que decir a este hombre ninguna conminación inútil porque ninguna subirá más alto que el reproche de su propia alma.” No seria posible que este episodio de violencia tuviera su término en sí mismo, que fuera sólo un momento de ofuscación y de ceguera sin trascendencia alguna para las ideas y los ideales hispano-americanos. Los escritores peruanos lo dijeron bien claro en más de una proclama firmada por todos ellos: “No se trata de una querella aislada entre Vasconcelos y Chocano; se trata de una querella, más profunda y vasta, de la querella entre las nuevas generaciones, que no tienen ningún compromiso con el pasado culpable, y que, por lo tanto, se adelantan, libres hacia el porvenir, y las generaciones caducas que viven y medran bajo la sombra del actual y pretérito orden de cosas y que se esfuerzan en estabilizar, con todas sus taras ancestrales, la vida y la organización rutinaria de nuestras repúblicas.” Vasconcelos también lo dijo: “Elmore y yo somos de aquellos que representan el patriotismo nuevo de la América: un patriotismo que no entiende de localismos y que quiere pegarles por igual a las dictaduras que aparezcan en Chile y a las dictaduras que aparezcan en Perú o en México.” “Somos– agrega– de los que creemos que los enemigos de América son sus tiranos.” Los extractos anteriores bastan para informarse sumariamente sobre las incidencias culminantes de esta aventura desdichadísima. Para no ver en ella sólo una explosión de odios personales traducidos en insultos y en calumnias de la peor especie, acojamos el pensamiento de Araquistain, de Vasconcelos, de Haya de la Torre, de Gabriela Mistral, de los escritores peruanos. La muerte de Elmore no es un episodio aislado sino que forma parte de la lucha pertinaz que se libra en América y en el mundo y que viene desde lo más oscuro del pasado. Es el combate entre los conceptos nuevos y los viejos, entre las generaciones caducas y las jóvenes, entre lo decadente que se aferra a la vida y lo inédito que pugna por arrebatársela. Chocano, partidario de la hora de la espada, defensor de tiranos, poeta mercenario, hombre de escasas nociones morales y de erradísimos conceptos políticos, dominado por trogloditísmos como su ataque a Elmore y su muerte a balazos, es el representante de esos conceptos, esas generaciones y esa decadencia. Vasconcelos ocupa el extremo opuesto, y tras él están las visiones de muchos jóvenes que confían en el futuro y esperan de él los dones que el presente niega a sus almas puras.

RAUL SILVA CASTRO.