ENCUESTA sobre el Proyecto de formación de un PARTIDO LABORISTA

La política chilena está en manos de la burguesía. Seis partidos agrupados en dos combinaciones, luchan por el poder y se adueñan del Gobierno sucesivamente. La Coalición -hoy la laman impropiamente Unión Nacional- cuenta con el viejo y tradicional partido pelucón como sostén principal, con los montinos y el grueso del “partido burócrata” o balmacedista. Unos cuantos liberales doctrinarios mariposean a su alrededor ligados íntimamente por vínculos de familias o por odios personales a sus aliados de ayer. La Alianza Liberal –deberíase llamar Alianza Radical-Demócrata– se afirma en los partidos radical y demócrata, en unas cuantas asambleas y una decena de diputados liberales, y se halla adornada con algunos congresales alessandristas (seis liberales-democráticos, un nacional y un conservador). La situación actual pertenece a la Coalición. El 23 de Diciembre pasará a manos de la Alianza, con la iniciación del Gobierno de don Arturo Alessandri. Esta situación se afianzará, indiscutiblemente, en Marzo próximo con un triunfo aplastante en la Cámara joven y se estrellará con el nudo gordiano del Senado. Sin embargo, el “boulangismo” -alessandrismo,- favorecido por el desconcierto de las fuerzas coalicionistas, por discretas retiradas, por nuestros naturales oportunismos y por una “suerte” sin igual en la historia política nacional, tendrá su Alejandro y el nudo será roto. Como consecuencia lógica de lo anterior, el Consejo de Estado será afecto íntegramente al nuevo Presidente (5 consejeros dirigidos a su arbitrio; en la forma que establece la carta Fundamental del Estado, 3 por la Cámara de Diputados y 3 por el Senado). Este es el campo que se presenta a las fuerzas laboristas. Este es el terreno que van a pisar. Veamos; ahora, su probable composición. Sin mayor exámen y estando en conocimiento de los hechos, podemos decir que el grueso del Partido -por no decir la totalidad- estará formado por la actual Federación Obrera de Chile. Esta entidad cuenta hoy por hoy con más de cien Consejos o gremios y cerca de trescientos mil asociados. Si se mira el programa y el número de afiliados a la Federación, podría decírse, con toda razón, que ninguna de las colectividades políticas nuestras tiene una base parecida siquiera y esta comparación podría hacerse extensiva en muy buenas condiciones a los partidos políticos de los demás países americanos., Pero estas serían consideraciones inservibles para nuestro fin. Bástenos decir que no hace un año que la Federación celebró su última Convención General, en la cual sufrió una completa transformación. Sus nuevas tendencias, francamente socialistas, aun no han formado conciencia entre la masa obrera. Mientras el Norte goza de una agitación constante por obra de los Recabarren, los Cruz y los Sepúlveda; el Sur –escepción hecha de la rejión carbonífera– pasa por un período de languidez, habilmente mantenido por los demócratas, que aún controlan y dirijen los rumbos de los trabajadores en esa rejion. Y si a esto agregamos la condición de los gremios en la propia capital, en Santiago, y en el primer puerto de la República, en Valparaíso, lugares en donde las masas obreras federadas atraviesan los momentos más angustiosos por el abandono momentáneo de la lucha y por la desorganización reinante entre sus filas, sufriremos una tremenda desilusión. En cuanto al programa del nuevo Partido no podría ser otro que uno decididamente socialista, estableciendo la lucha de clases y la huelga, parcial o general, como armas de acción, y la socialización de los medios de producción y la dictadura del proletariado como aspiraciones remotas o finales. Para no sufrir descalabros momentáneos en las contiendas eleccionarias, sería menester contemplar todos los resortes que consulta nuestra ley de elecciones (Junta de mayores contribuyentes, mesas inscriptoras, mesas receptoras de sufragios, colejios departamentales y provinciales, etc., etc.) y presentar un programa mínimo que le sirviera como plataforma electoral y en el cual se reclamaría como algo inmediatamente necesario el mejoramiento del jornal, la disminución de la jornada de trabajo, el seguro obrero por accidentes y enfermedades, asistencia social obligatoria por parte del Estado.. etc, Y hablando con toda franqueza, esto último sería lo único que podrían conseguir los obreros en el Parlamento, después de muchos años de ruda lucha. Jamás obtendrán los trabajadores, una ley que socialice las tierras y las fábricas. Y entonces, ¿qué cabría hacer? Simplemente una labor crítica intensa de todos los valores y de todas las instituciones. Tomar el Parlamento como tribuna para desacreditar el régimen burgues imperante y agitar y agitar... Lo demás, lo extraordinario, tendrían que hacerlo -como lo harán seguramente- los trabajadores en el terreno mismo de la lucha de clases, de la lucha económica. La victoria la obtendrán organizados frente a frente al capital y no en el Parlamento. La lucha económica determina la Política y no ésta a aquella. ¿Vale la pena construir un Partido laborista después de lo expuesto?

PEDRO GANDULFO.