LOS CRIMENES DE JUAN TONKIN

No es este por cierto, el título de una novela nipona: es la enunciación de una verdad qua todos saben y todos callan. Esta mañana el Hospital de Niños se llenó de aullidos desgarradores: curaban a un chico con una. pierna hecha pedazos y que estaba unida al tronco por un trozo de piel únicamente. Era una de las víctimas de don Juan Tonkin, qua había caído desde la imperial de un carro motor y cogido por el acoplado, al pasar frente al poste de la cal1e Bandera, que ya, cuesta más de diez vidas a la ciudad. Naturalmente fueron encarcelados los cobradores y el maquinista, mientras don Juan permanecía arrellenado en su escritorio de la calle San Antonio, lamentando sin duda la pérdida de un vidrio qua rompió el niño al caer del tranvía. Así como en el norte de Chile se han acostumbrado a las terremotos, aquí nos estamos acostumbrando a los accidentes producidos por los tranvías. Cuando el Inspector-delegado de la tracción redujo el número de carros y vimos la ciudad surcada por racimos humanos que pendían de los tranvías y que se desgranaban contra, los postes regando las cales de sangre, entonces 1a alarma fué mayúscula y pusimos al grito en el cielo; pero hoy non hemos habituado y contemplamos con indiferencia el trabajo titánico de ,la Asistencia Pública que diariamente recoge do o tres mutilados de las líneas de la ciudad. Y el señor Tonkin, tozudo como un aragonés, no suelta la presa. Es el perro guardián de los intereses de los accionistas y, aunque la compañía gane millones anualmente, no puede conformarse y quiere qua estos millones se dupliquen. Como fracasó en su negocio con la Municipalidad gracias a la acción popular, que impidió a los regidores sobornados seguir traficando escandalosamente con los intereses de la ciudad, como fracasó por el camino legal, se ha ido directamente en contra de la población y poniendo en una balanza la doble tarifa trata de hacerla ascender echando en el otro platillo al sinnúmero de accidentes qua ha provocado premeditadamente con la reducción del material rodante. Es claro qua estos asesinatos son sancionados por el Estado, ya que él cuida más los intereses de los ricos qua la vida de los productores de la riqueza social. Para eso ha sido creado y es consecuente con la esencia misma de su existencia al amparar el crimen clandestino y la brutalidad hipócrita. Don Juan Tonkin no está solo, pues los poderes ejecutivo, legislativo y judicial cuentan con fuertes accionistas de la Empresa que lo amparan en sus desmanes. Pero hay un poder latente en que descansan todos los anteriores, y es el poder popular Y recordaremos un pasaje de “La Gran Revolución” de Pedro Kropotkin para demostrar cómo se manifiesta. 'Foullon comprendió qua no le quedaba más remedio que seguir a los príncipes y emigrar; pero como eso no era fácil bajo la vigilancia de los distritos, aprovechó la muerte de uno de sus enviados para hacerse pasar por muerto y enterrado, mientras salía de París y se refugiaba en casa de un amigo en Fontainebleau. Allí fué descubierto y detenido por los campesinos, qua se vengaron de sus largos sufrimientos y de su miseria. Cargado con un haz de hierba, aludiendo a la hierba qua había prometido dar a comer a los parisienses, al despreciable logrero fué conducido a París por una multitud furiosa. En el Hotel de Ville, Lafayette trató de salvarle; pero el pueblo exasperado, ejecutó a Foullon colgándolo de un farol del alumbrado público.” Al contemplar una ilustración de la magistral obra, en que aparece la repugnante cabeza de Fonllon clavada en una pica y con un haz de hierba atravesado en el hocico, le hemos encontrado un extraño parecido con don Juan Tonkin.

J. GANDULFO