MASISTAS

Una inteligente y prolífica inquietud, un afán liberador por una mayor y más valiosa cultura, deben ser los motivos de acción que logre hacer resurgir en la organización obrera el denominado revolucionario. Entendiéndose siempre por tal, aquel ser capaz de elevar sus propósitos innovadores, sus ideas y su actividad, por sobre el vulgar e innocuo ajetreo puramente mejorativista, dentro de un sentido sólo económico. La grande y noble misión, el bello radio a sus afanosos esfuerzos, deben ser, ineludiblemente, el perfeccionamiento moral, la elevación espiritual del conglomerado social en el cual actúa y expande sus verdades. Sin, embargo es tarea fácil el constatar, a quien penetre un tanto en tal movimiento sindical, la rotunda negación que a la definición aquí esbozada acerca de la verdadera labor a realizar se dan los que rotulan enfáticamente libertarios, con máximas pretensiones futuristas y todo un rico repertorio de poses truculentas, aterrorizadoras de nenes. En lugar de contribuir a disecar aquellas corrientes viciosas de carácter moral y material que empuercan, el espíritu de los trabajadores, en lugar de arrasar el sedimento de rutina que alimenta y determina el embrutecimiento del pueblo, levantan, con tal carroña, un firme pedestal a sus groseras figurillas y construye sólida trinchera tras la cual combatir a quienes critican sus tortuosas prácticas y das no menos falsas posiciones que ocupan. Halagando las pasiones ancestrales de las multitudes, convirtiéndose en corifeos de esa ridícula panacea de la mayor pitanza, logran consolidarse en sus puestos, hacerse objeto de exhibición y barata admiración, realizando con ello una labor nefasta, negardora de todo principio literario, favorable a un recrudecimiento de la falaz idolatría popular, y sepultando a las organizaciones en la fosa de la inacción y el sedentarismo. Los sindicatos cuentan en la actualidad, con un porcentaje respetable de estos elementos estancadores de todo progreso moral. Son un producto lógico de ese medio estrecho a toda difusión idelógica que predomina en los sindicatos. Se desarrollan y multiplican al saludable calor que produce esa tendencia sindical que todo lo cree resuelto tras la consecución de mejoras materiales, suprema aspiración y única salvadora ruta sobre la cual se pretende volcar las profunda y amplias aspiraciones del pueblo. La brega que mantiene el individuo despojado de las taras exclusivamente estomacales, se estrella contra el ambiente de pétrea indiferencia que ha logrado crear en la masa el ganapán de sus míseras necesidades económicas. La fortaleza construida por el adaptable es recia; nada pueden a veces contra ella las mudas criticas del revolucionarlo veraz y sincero con sus principios. No se escucha, se le repudia. Apareciendo como autopista, quijotesco en sus propósitos de esterilizada por obra del apaniguado sindical. La masa se aturde casi siempre ante el canto de sirena de quien le repite constantemente que la única salvación está resumida en el asalto a las efímeras y pueriles situaciones del centavo más, adormidera efectiva para la acción lealmente revolucionaria del pueblo. Se hace necesario mencionar estos furúnculos que aquejan a las organizaciones obreras. Aunque se tache esta actitud de divisionista y carente de sentido de la realidad. No siempre se logra descubrir podredumbres sociales tras la careta de un revolucionario trashumante y bullanguero.

Víctor YAÑEZ