Las Hordas del Fascio...

La cuna de la más refinada cultura artística ha sido mancillada por los trogloditas del fascio. La Italia cantada por los poetas, exaltada por los pintores, universalizada por la música y evocada jubilosamente por cuantos la visitaron está viviendo un momento de angustia. Ya no es la tierra de los cardenales, de los maquiavelos ni de los príncipes. Su leyenda magnífica ha sido destruida y pulverizada. La guerra dio nueva vida a los instintos salvajes que parecían atrofiados para siempre. El espíritu guerrero de las antiguas repúblicas despertó potente, avasallador. La desesperante multitud que hasta el año 14, homenajeaba el socialismo, tomó las armas en defensa del mito patriótico, del mismo mito en cuyo nombre se la envileció siempre. Y durante cuatro años se revolcó en el horror de una guerra inmunda y bruta, de una guerra que emporcó todo lo espiritual, que emponzoño todo lo puro, que abatió todo lo civilizado. Esta baño de animalidad, hizo de los hombres pacificados por la industria, una horda más feroz que las conocidas antiguamente. El término de la guerra, dejó latente esta nueva condición. La reincorporación de las masas a la vida pacífica y productiva, no mató la guerra. El proletariado reinició su lucha contra los capitalistas con una animosidad brutal. Las violencias colectivas hicieron no solo vacilar el poder de Saboya sino toda la estructura del régimen burgués. Esta huracán de violencias, llevó el pánico a los hogares capitalistas; pero a pesar de todo, la lucha popular tenía la excusa de realizarse por una finalidad de rescate, de reposición, de reorganización de la producción. Los señores de la industria reaccionaron escudándose en el Fascio Nazionale Combattimento e hicieron frente al huracán de abajo. La horda fascista aprovisionada, armada e inmunizada por el poderío capitalista comenzó su acción punitiva rompiendo diarios, incendiando cooperativas, destruyendo cámaras del trabajo y asesinando en sus propios hogares a los comunistas, anarquistas y sindicalistas y a cuantos tenían participación en la organización obrera. Estos hechos vandálicos, sin precedentes, sin justificación ideológica de ninguna índole, no fueron reprimidos por el gobierno italiano. Los capitalistas deseaban aplastar definitivamente al proletariado. El gobierno también lo deseaba. Ya la obra está realizada; pero ahora las hordas del fascio son más poderosas que los capitalistas, más fuertes que las fuerzas del gobierno. Ahora el fascio impone condiciones. Ahora el fascio manda.

González Vera.