LA NUEVA LOCURA

No es posible seguir creyendo aún en el buen espíritu de las gentes. La impiedad como una mancha de aceite se extiende por las ciudades y llega hasta los campos. La inocencia, la tontería, y la mansedumbre salen de las almas y las dejan sumergidas en el caos o en el libre exámen. Dios, ese ser tan güeno y tan magnánimo, va perdiendo además del respeto que antes le rendían, actualidad. Primero fué al socialismo con su locura equitativa, con su aspiración de hacer la felicidad de todos mediante el uso en común de la riqueza. Luego, el anarquismo quiso suprimir bruscamente el principio de autoridad, ese principio que ha creado instituciones tan convenientes y moralizadoras como los Tribunales de Justicia, el Ejército, las Cárceles y las Prefecturas de Po1icía . Y ahora, naturalmente, se pretende quebrantar la Iglesa Católica que representa en esta tierra desagradecida y voluntariosa, al Altísimo, cuya bondad inabarcable crea al mundo. Tal pretensión no puede ser obra sino de la locura. La Iglesia Católica, fuera de ser la religión más bonita y más rica en compensaciones, aparte de contar con santos que hacen milagros increíble y que derraman por todo el haz de la tierra el perfume de la bienaventuranza, es la institución que mayor lugar ocupa en la historia . Ella comenzó por traicionar a Nuestro Señor Jesucristo, aliándose con todos los que habían robado más de cien mil pesos; .ella, más tarde, quemó a todos los impíos y en su marcha da veinte siglos, enseñó la cobardía y la resignación ante las infamias de sus aliado,. los ladrones . Y hoy que la tierra está llena de su obra, se quiere darle un golpe grave: se pretende retirarle la protección del Estado. No hay duda. La locura ha entrado a las conciencias; pero aún es temprano para hacer frente a esta funestisimas tempestad. Todos los católicos y en general todos los que no piensen, los resignados, los anquilosados mentales y los aliados de veinte siglos deben unirse y combatir hasta 1a muerte porque la estupidez vuelva a amparar a los hombres. Amén.

G.V.