LECTURAS

No quería Cristo que los suyos atesoraran riquezas. “No es posible, les decía, que sirváis a Dios y al dinero, porque tendréis el corazón donde el tesoro”. Y aquí el que de más cristiano se precia, atesora y atesora, sin ver nunca harta su codicia. Aún a costa de general pobreza, aún a costa de la ruina de la patria, amontonan aquí inmensos caudales hombres que se dicen siervos de Cristo. El afán de enriquecerse es general, y se sacrifica por conseguirlo descanso honra. ¿Dónde esta el cristianismo? ¿Dónde los cristianos? Aborreció Cristo la hipocresía, y no quiso que los suyos pregonasen sus limosnas, ni orasen en público, ni hiciesen largas preces, ni manifestasen en el rostro sus ayunos, ni jurasen. Se nos exije a cada paso que juremos, se ora públicamente, se ensarta preces y se hace ostentación y gala de lo poco que dan los ricos sobre lo que a los menesterosos usurparon. La moral cristiana no existe, no existe sino la supertición cristiana Si Cristo volviera encontraría en sus creyentes a los escribas y fariseos de su tiempo, y a latigazos arrojaría de sus templos a los que lo han convertido de casas de oración en cueva de ladrones.

Francisco Pí y Margall