MANCHAS DE COLOR

LA CADENA

Charlábamos de la vida, de las angustias del diario batallar del amor y sus penas, y me dice sonriendo: —El no tuvo la culpa, fuí yo la que me di, el amor me venció. Ahora comprendo tarde que me engañe, ¡ay de mí! El tenía otro amor, otros hijos. La pequeñuela, en tanto, en un rincón del cuarto, contempla embelesada unos cromos pintados con inocente afán. Y yo indico en silencio la divina silueta. ¡Ah! Esa es la cadena dulcísima, tan débil, que es terrible vencer.

CONFESIÓN

Sé que tiene otra amante, otro hogar, otro afecto… Y yo le dejaré, agrega con los ojos brillantes empapados en lágrimas para que esa mujer sienta y sufra lo que he sufrido yo. ¡El buscará otra amante…! Inclinó la cabeza entre las manos trémulas, que el llanto humedecía.

A CRISTINA

Cristina, eres variable como el tiempo inseguro; ya brilla el sol, ya los cielos se nublan; pero tu juventud, tu belleza ilumina los campos, las nubes y los cielos. Mi corazón aún guarda la mirada radiante de tus ojos alegres. Y sigues siempre riendo, hasta que el mundo triste te doblegue y te ahogue entre sus brazos fríos.

Federico GANA.

Santiago, 4 de Julio de 1923.