LA UNIFICACIÓN ESTUDIANTIL

Cuando en 1921 se produjo la escisión del organismo estudiantil, los miembros de la Federación de Estudiantes de Chile pensamos que ella no prosperaría. No contábamos con la torpeza de nuestros compañeros, ni con la vileza de la opinión pública que los grandes diarios representan dignamente, ni con otros factores de importancia que hoy es mejor no recordar. Laboriosamente se gestó la Federación Nacional de Estudiantes, y la usurpación de la Fiesta de Primavera y el bloqueo de hambre a que, nos sometieron, fué haciéndola crecer. Un hecho consumado, tiene entre nosotros más fuerza que cien, argumentos decisivos. Ante el hecho práctico de la Federación Nacional, que comenzó siendo un Directorio, continuó haciendo unas fiestas brillantes, siguió arrendando un local y amoblándolo con distinción, los muchachos dividieron casa. Es verdad que la cobardía de diversos centros estudiantiles, incapaces de decidir a favor de qué grupo estaban la razón y la justicia, les hizo neutralizarse y dejar solas ambas agrupaciones, por lo cual la fuerza de nuestra colectividad quedó amenguada, y la prosperidad del nuevo núcleo detenida. Pero hoy existe una realidad indiscutible: dos agrupaciones idénticamente empobrecidas en dinero y actividades, igualmente carentes de personalidad representativa, y análogamente desorientadas hacia el futuro. A lo que debe todavía sumarse una resultante triste: el desinterés cada vez creciente que la gran masa experimenta ante las organizaciones empeñadas en hacerse la guerra, una guerra fratricida que hace abortar los más bellos anhelos, y esteriliza la acción, y roba a la obligación, de los universitarios la mejor parte del tiempo que debería dedicarse a cumplirla. Ante esta languidez, ante esta verdadera inutilidad de los organismos estudiantiles, la pasión juvenil por hacer su obra ha debido reaccionar, y, felizmente, ha reaccionado. Hoy es una verdad que nadie sería capaz de negar lealmente, que se siente la necesidad de acabar con el desacuerdo, que se pretende realizar la fusión de las Federaciones, para, unidos, perseguir los estudiantes la labor detenida hace dos años. Al observador menos perspicaz no se le escaparía, después de una rapidísima encuesta entre los universitarios de los dos bandos, que unos y otros desean unirse, que todos están animados de un propósito de olvidar rencillas para dedicarse a la acción, cada vez más imperiosa, de esparcir la cultura y defender la verdad y la justicia, continuamente atropellada en nuestro medio social. En 1922, Enrique Matta y yo llegamos a convenir bases de unificación, que no lograron éxito a causa, probablemente, de la proximidad de la escisión, que aún mantenía vivas las asperezas de la lucha intestina estudiantil. Pero de entonces acá, han pasado dos Presidentes por la Federación de Estudiantes de Chile, y dos han ocupado la dirección de la Nacional. Este año la parvada universitaria parece haber reflexionado, y desde el comienzo se intenta la fusión. Ya es el Centro de Derecho que encabeza un movimiento; ya Abel Saavedra que enarbola la bandera de la paz (que, parece haberse caído de sus manos, inútiles, para sostener esa u otra bandera); ya el Centro de Dentística que propicia una Convención amplía: ya Sergio Amunátegui, que lleva como punto cardinal de su programa a la Presidencia de la Nacional producir a breve plazo la Federación Unida; ya, finalmente, Cruzat, llevado a dirigir la Federación de Estudiantes de Chile, en la convicción de que realizará el mismo anhelado propósito. Pero hasta aquí nada concreto, nada tangible, nada serio se intenta ni se realiza. Todo parece irse en declamaciones, o en ademanes, o en palabras, o en esbozos de buenas intenciones. Se dice: la desorganización de la Federación de Estudiantes de Chile, de los últimos meses, ha sido obstáculo para emprender la tarea definitivamente. Se agrega: la situación económica de ambos organismos, les impediría ir con libertad de acción a una conferencia de paz. Pero: hoy todo eso ya no existe. Hoy ni esos pretextos pueden escusar la atención de tan ineludible tarea. Unos, con timidez femenina, dan pasos de señorita para encaminarse a la labor que debe emprenderse de frente y con franqueza y claridad. Otros, estúpidamente, van dejando al tiempo el cuidado de resolver el programa estudiantil. Y en seguida, no faltan los que complicando las cosas, piensan en la Convención previa, en la designación de comisiones numerosas y aparatosas, que se dedican a murmurar en vez de afrontar la dificultad. Se ha llegado a sostener que la unificación es un fruto que está cayéndose de maduro en el vigoroso; árbol estudiantil. Yo lo creo así, por mi parte, y creo aún que falta valor para remecer el árbol para la fruta caiga. Pues bien: hasta el hombre que de la sacudida parece faltar, a juzgar por algunas opiniones. Hay compañeros que sostienen que a pesar de ser carne y convicción en todos la necesidad de la fusión próxima y latente, falta el hombre que pueda dirigir el núcleo vigorizado con todo el elemento universitario. Y yo digo que eso es mentira. Que si los actuales dirigentes estudiantiles son ineptos, o incapaces de afrontar la situación, no debe achacarse esa ineptitud o esa incapacidad, a todos los estudiantes. No faltará un hombre para presidir, cuando llegue la hora. La verdad es que todos deseamos lo mismo, todos hablamos con nuestros íntimos, en nuestros grupos, con amigos y estraños, de la unificación; pero nadie se atreve a emprender la obra. Y ésto es triste. Cuando se trata de dotar a la colectividad estudiantil del vigor que le es indispensable para realizar su obligación de la hora de juventud y de entusiasmo que vive, no hacerlo es cobardía, es mezquindad o es ineptitud. Y por mucho que haya decaído, como lo proclaman los corifeos de la “deformación”, la personalidad de los universitarios, no puede haber llegado a tanto. ¿Hasta cuándo vamos a estar en la misma pasividad? ¿En qué hora volveremos a discutir y a trabajar? La hora social, del mundo suena y suena, y nosotros murmuramos, como si fuésemos ya, viejos, nuestros bellos propósitos al oído. Hablemos, como antes, fuerte y claro. No dejemos aparecer esta impotencia, esta debilidad, esta, tibieza, esta indecisión. La juventud de hoy y de siempre es generosa, leal y entusiasta. A la obra, entonces: unifiquemos la organización estudiantil.

Daniel SCHWEITZER.