EL CARTEL DE HOY

EL TREN

En la llanura sin fin, baldía y estéril del cuotidiano vivir, la totalidad gris de la gente triste y miserable, pobre y famélica va, como un polvoriento convoy de carromatos desvencijados; crugiéndoles, tanto como los huesos, los deseos mohosos, los sentimientos en ácida fermentación. La bellaquería estereotipada en los rostros que los vientos,—todos los vientos—, azotan sin misericordia, arrancándoles una astilla, un crugido subterráneo, un alarido destemplado… Revolviéndoles como veletas les ponen en los herrajes herrumbosos de sus huesos nuevas actitudes, pero siempre fueron, son y serán los mismos… y lo mismo… Los vientos, llaméseles como se quiera, no detendrán el convoy; a lo más les comunican un largo escalofrío a lo largo del horrible rosario de sus vértebras sin médula. La inocencia suprema les arrastra… Con su fuerza, sutil y avasalladora, los niños—absurda esperanza del mundo—les conducen… Creen ¡oh sí! creen que van a alguna parte… y solo ELLA, la terrible indeferente sabe adonde van… Ranchos que caminan oliendo a sudor humano, a traves de todas las épocas… Vehículos andrajosos reflejando la idiotez, la miseria y la vaciedad de alma de la gente, erigida en imperiosa necesidad colectiva… Porque es menester ¡oh, monstruoso ciudadano! que la criatura humana nazca idiota, para que pueda el Progreso afirmarse y perdurar… El tren: hombres lamentables, crugientes, desmoronándose… Almas cojitrancas, enceguecidas tropezando con los guijarros de las suposiciones y los conceptos, hollando todos los caminos… Eso es la vida: hombres probados por los derechos y los deberes. Ni ayer, ni hoy, ni mañana… Nada de eso te inquieta mísera bestia sociable, horrible ente colectivo… El Futuro no está allá ni acullá… No está en ninguna parte… Lo por hacer, lo que habría que hacer bien sabéis que está dentro de vosotros; entre vuestras mohosas crugientes astillas de huesos, en el inacabable escalofrío que os sacude y también El: el Hombre. Pero, ¿alguna vez quisistéis ver al Hombre? El Hombre: un acontecimiento universal trascendentalísimo cuya imborrable huella y cuyo sentido supremo no queréis ver ni sentir, miserables; prefiriendo seguir anonadado de indiferencia, huyendo. llenos de un vago horror estúpido… Conglomerado inmenso de brutos eso es el Pueblo, la multitud, el público… La opinión pública fué, es y será, mesnada de asnos agobiados con derechos y deberes… Innúmera recua de canallas lloriqueando; desbordándoles por las cuencas podridas la hiel y las lágrimas; exhudando sangre y bilis; expeliendo por los poros pus y parásitos…

Dib. y tex. de

Pedro CELEDON.