El problema sexual y la educación

El velo de hipocresía con qué se intenta disfrazar o cubrir todo lo relacionado con la constitución, el funcionamiento y los trastornos o enfermedades propias del aparato genital del hombre y de la mujer, produce tanto mal al individuo y a la sociedad como el alcoholismo y la tuberculosis. Rasgar este velo, poner al alcance de los lectores no versados en los asuntos biológicos, el problema sexual es la finalidad de este trabajo. Por esto simplificaremos todo lo que sea posible, evitaremos los tecnicismos y correremos el riesgo de parecer vulgares, a trueque de hacernos comprender. No será éste un capítulo de ciencia pura, sino de conocimientos científicos vulgarizados; pretendemos dar un granito de luz a los que nada saben y no sentar cátedra de doctores.

 

I

Hay don necesidades fundamentales en la vida de los animales y las plantas: la necesidad de nutrirse y de multiplicarse; la una entraña la conservación del individuo, la otra, la conservación de la especie. Estas dos necesidades se satisfacen en los distintos grados de la escala zoológica y vegetal, mediante funciones propias a cada especie; y que siendo de gran simplicidad en los seres inferiores –vale decir unicelulares– se hacen complicadísimas en los seres superiores o pluricelulares. Los seres más simples son los microbios, distinguiéndose microbios animales (protozoos) y microbios plantas (bacterias). Un protozoo se compone de una masa gelatinosa llamada protoplasma, envuelta en una membrana o saco, y en cuyo centro se halla una parte más consistente: el núcleo. Hay algunos que para moverse emiten expansiones de protoplasma (los pseudopodios o falsos pies), de los cuales se valen también para coger su alimento. (1) Este animalito constituido en una forma tan sencilla es tan pequeño que al sumergir la punta de un alfiler en una de sus colonias, se recogen tantos protozoos como habitantes pueblan la superficie de la tierra (2) Estos seres viven generalmente sumergidos en sustancias líquidas o semi-líquidas y se nutren absorbiendo a través de su membrana de envoltura o atrapando por medio de pseudopodios o introduciendo en un orificio especial las sustancias nutritivas de las cuales retienen la parte útil a su cuerpo (alimentos) y expulsan los residuos (excrementos), a través de la membrana que los envuelve y protege (3). ¡Qué simplicidad tan estupenda comparada con las complejas funciones nutritivas de los seres pluricelulares (metazoos); entre los cuales son los más perfectos los vertebrados y entre estos, el hombre! El hombre posee –para realizar aquella función tan simple en los protozoos, varios aparatos– constituidos por multitud de órganos encargados de obtener del medio ambiente las sustancias necesarias a su nutrición, es decir, de transformar en parte de su cuerpo, en protoplasma, los alimentos; y expulsar los excrementos. Para darnos cuenta de esto veamos ligeramente lo que pasa con una comida cualquiera. Entra a la boca, es masticada, empapada en saliva, gustada y deglutida; han actuado los labios, los dientes, la lengua, las glándulas salivales, los botones gustativos, el velo del paladar, la faringe o garganta y el esófago (tubo que comunica la faringe con el estómago); además de haberse triturado el alimento duro, se hace aquí parte de la digestión de los feculentos (almidón) transformado en dextrina y luego en maltosa o en azúcar, por la ptialina de la saliva. En el estómago se produce ácido clorhídrico, que desinfecta los alimentos (mata los microbios, es microbicida), se produce la digestión parcial de las albúminas (constituyen la parte principal de las carnes y son transformadas en peptonas). El estómago arroja los alimentos a la primera parte del intestino o duodeno, en el cual desembocan tubos colectores del producto de grandes glándulas; el hígado da la bilis o hiel; el páncreas (vulgarmente: molleja) da el jugo pancréatico; este peptoniza los albuminoides, sacarifica los ferulentos y emulsiona y saponifica las grasas. La bilis coopera en la acción del jugo pancréatico y además, paraliza la digestión estomacal para que, en vez de la pepsina, entre a actuar la tripsina; por otra parte desinfecta el intestino y estimula sus movimientos. En el intestino se desdobla el azúcar de caña en glucosa y levulosa. El alimento desintegrado o digerido es absorbido en forma de productos resultantes de las sales minerales, azúcares, hidratos de carbono, albúminas y grasas, por una multitud de vellosidades que tapizan el intestino delgado. La parte útil así absorbida se llama quilo, el cual por conductos especiales (llamados vasos quilíferos) pasa a la circulación linfática y de ésta a la circulación sanguínea; los residuos de la digestión son expulsados por el intestino grueso en los excrementos; otra parte de los residuos de la nutrición son eliminados en la orina por el riñón, al cual llegan mediante la circulación de la sangre. De modo que la sangre tiene el papel de llevar las sustancias nutritivas al protoplasma, y alimentar y producir el crecimiento del cuerpo. Pero para que la nutrición sea posible, la sangre necesita llevar a los tejidos un gas útil a la combustión (el oxígeno) y retirar un gas de desecho (el anhídrido carbónico). Para esto la sangre se mueve, circula, impulsada por un motor: el corazón; y es ayudada por la elasticidad de las arterias, hasta alcanzar los pulmones, donde pierde el anhídrido carbónico que sale en el aire expulsado por éstos (expiración) y se carga de oxígeno en el aire absorbido (inspiración). ¡Y cuán complejas son la circulación de la sangre y la respiración, que apenas hemos esbozado para no hacernos cansados! Pues, bien, todas estas funciones tan intrincadas en el hombre son sencillísimas en un protozoo, por lo menos en lo referente al poder de investigación suministrado por el microscopio y las reacciones físico-químicas. Naturalmente, que en el gran número de especies que ascienden desde el protozoo a los vertebrados (desde el microbio al hombre), hay una gama variadísima de funciones que se complican más y más, a medida que se progresa en la escala zoológica.

Cosa parecida a la que ocurre con la nutrición, se observa en la multiplicación. En los unicelulares se producen hechos simples, que se complican en los pluricelulares. En los primeros no hay, generalmente, una parte diferenciada del cuerpo que constituya los órganos sexuales, sino que todo el cuerpo del animal participa en los fenómenos de la reproducción. En ellos puede producirse la multiplicación asexual (sin actuar dos animales de sexo distinto: agamogonía) la yemación; o bien unirse dos seres sexuados (anfigonía); pero –aún entre éstos últimos– se puede producir, en casos especiales, una reproducción de los animales vírgenes (partenogénesis) (4). ¿Cómo se reproduce un protozoo asexualmente? Muy sencillamente: todo su protoplasma se divide y también el núcleo, resultando dos hijos de las dos mitades del padre; otras veces se divide en varios trozos el padre, así como una naranja se divide en varios gajos, o como un botón de maravilla se abre y se divide en varios pétalos, resultando un nuevo protozoo de cada uno de los gajos o de cada pétalo. De modo que el padre se perpetúa en los hijos y estos en los nietos, pudiéndose decir que la vida (y por consiguiente la materia) es eterna entre los protozoos. Ascendiendo en la escala zoológica observamos una diferenciación de ciertas partes del cuerpo, las cuales llegan a constituirse órganos especializados para la reproducción: aparece el aparato genital masculino y femenino. El aparato genital masculino produce un elemento macho (el espermatozoide nacido del testículo); el aparato genital femenino produce un elemento hembra (el huevo u óvulo nacido del ovario). De la unión de estos dos elementos se forma el embrión, que desarrollándose constituye el hijo (5). Ahora este embrión puede desarrollarse en el huevo; fuera del cuerpo de la madre (ovíparos) ; o bien desarrollarse en el vientre de la madre y nacer el hijo vivo (vivíparos). En los animales inferiores (las tenias o solitarias del intestino del hombre, por ejemplo) se encuentran órganos masculinos y femeninos en un mismo individuo (hermafroditismo). De modo que estos seres para multiplicarse no tienen sino plegar su cuerpo, poniendo en contacto el poro genital masculino con el femenino: se produce el coito de un segmento de la tenia con el segmento vecino de ella misma. Hay animales que al fecundar a la hembra, pierden su aparato genital. El zángano feliz que fecunda a la reina de las abejas durante el vuelo nupcial, muere después del coito, pues se le desprende el aparato sexual durante este acto y él cae como un cascarón en el espacio, mientras la reina fecundada vuelve a la colmena a depositar sus huevos, y las abejas obreras matan a los zánganos rezagados que no tuvieron la fortuna de alcanzar a la reina en su vuelo nupcial; y los matan porque los alimentaron únicamente con este objeto, que ya ha sido cumplido por el zángano más fuerte. En los vertebrados (y entre ellos el hombre) se ve un fenómeno similar, pero muy atenuado: el macho da en los espermatozoides que fecundan la hembra parte de su propio cuerpo para la formación del hijo, para lo cual la hembra aporta el huevo. Podríamos decir, entonces que la materia viva, el protoplasma, de los padres se perpetúa en los hijos y la de éstos en los nietos, a través del tiempo y el espacio, es decir que la vida de un ser no muere jamás y que su materia es eterna. ¿Cómo están constituidos y cómo funcionan los órganos sexuales del hombre y la mujer? Lo diremos en la ocasión más próxima.

J. GANDULFO.

(1).– Los protozoos que emiten pseudopodios tienen una envoltura elástica, son ciertos esporozoos y las amibas; hay otros rodeados de un saco duro o cáscara, son los coxidios; un tercer grupo está provisto de una cola o flagelo que le sirve para moverse, son los flagelados; por último hay un cuarto grupo con el cuerpo o parte de él cubierto de pelos móviles o cilios, son los ciliados. (2).– Los microbios en su mayoría no pueden verse a ojo desnudo y así como para ver los astros se usa un tubo provisto de un sistema de lentes o vidrios de aumento, llamado telescopio, para observarlos a ellos se usa un aparato similar, llamado microscopio; y para medirlos, una medida especial: el micrón (un micrón es igual a un centésimo de milímetro). (3).– No sólo algunos protozoos se nutren en esta forma; los gusanos que viven como parásitos del intestino del hombre y de otros vertebrados absorben su alimento a través de la membrana que les sirve de piel. (4).– Hipócrates sospechó la partenogénesis de las abejas, que hoy está plenamente demostrada: la reina virgen pone huevos de abejas asexuadas u obreras antes de ser fecundadas por el zángano. Durante el vuelo nupcial es fecundada por el zángano, y al volver a la colmena, deposita huevos de zánganos y reinas (abejas sexuadas). La reproducción virginal o partenogénesis se puede observar en los pulgones, el gusano de seda, etc. Hay animales (algunos moluscos, por ejemplo), cuyos huevos se desarrollan virginalmente hasta el estado de larvas, con sólo sumergirlos en ciertas soluciones salinas, de sodio o potasio. (5).– La reunión de estos dos elementos se produce por el acoplamiento o coito; se unen dos desembocaduras (poros genitales) de conductos, por los cuales se vacían los espermatozoides y los huevos; o bien el macho introduce un órgano (pene) que eyacula los espermatozoides en el vientre de la hembra, ya sea perforando el vientre de ella con uno o varios penes o deslizándolo en un conducto sexual de la hembra, llamado vagina.