El Problema Municipal

En Chile se acaba de realizar una revolución. En el espacio de pocas horas, organismos e instituciones tenidas por fundamentales y casi sagradas en la República– la Constitución y el Parlamento– han sido abolidas por simples decretos. En su reemplazo no se ha puesto nada. El mismo grupo de personas que abolió la Constitución y disolvió el Congreso, dicen que se propone disolver también las Municipalidades del país. Tampoco se propone nada para poner en su reemplazo. No hay duda que si se hiciera el balance de los males que los políticos han causado al país– con el propósito de liquidarlos a todos– no habría necesidad de rebuscar en el fárrago de los papelotes del Estado para escudriñar sus depredaciones y rapacidades. Bastaría, solamente, para merecer tal castigo, el hecho de haber mutilado para siempre el espíritu de iniciativa de las multitudes. En efecto, la historia de las revoluciones del mundo entero se halla ahí para decirnos con la mayor elocuencia, de las actividades creadoras de las multitudes durante todos los períodos revolucionarios de los pasados tiempos. Pero los políticos de todos los partidos han ido acostumbrando al pueblo a esperarlo todo de la acción de los caudillos o de los funcionarios del estado, ahogando el espíritu creador de las masas populares. De esto son prueba clara y elocuente los últimos acontecimientos desarrollados ante nuestros ojos. Todo se ha destruido; nada se ha creado. El pueblo, el creador de todo embotado ahora su espíritu creador, por consecuencia de la prédica de los políticos, se ha quedando esperando que las reformas, que las nueva s instituciones y los nuevos organismos, les sean dados hechos por las personas que hoy se encargan de mandar. Ahora espera sentado una constitución que le va a venir de lo alto. Mañana cuando las Municipalidades sean disueltas, esperará igualmente que de las alturas le manden hecho un nuevo organismo que reemplace al fenecido municipio. Sin embargo, cuan necesario se hace que el pueblo, a lo menos sobre este problema, olvide por un momento las sugestiones de los políticos y tome las actividades que le corresponden en presencia de este verdadero grave peligro.

Existe un grupo de perfumados caballeros que viene, desde hace años, propiciando algunas reformas municipales, todas ellas tendientes a quitar de manos del vecindario el control o fiscalización de los servicios del Municipio. A las influencias de estos caballeros se debe el haberse terminado con la antigua Asamblea de Electores, que fue reemplazada por la asamblea de los señores mayores contribuyentes. En su afán de no querer que el pueblo tenga ingerencia en los servicios públicos, estos caballeros vienen propiciando la creación de la Intendencia Municipal, emanada de nombramiento gubernativo, con lo cual se terminaría con el Municipio de origen popular. De este modo, la fiscalización municipal referente al control de la trata de blancas, del alcoholismo, de las múltiples falsificaciones y adulteraciones de los artículos alimenticios, quedaría de hecho en poder de ese distinguido grupo de perfumados caballeros, llegados al poder por nombramiento de sus amigos del Ejecutivo. Sin embargo, es el pueblo quien debe tomar en sus manos esos importantes servicios. Es a las madres de familia del pueblo a quienes interesan más que a nadie la fiscalización de la trata de blancas, de las casas de cita, de las infinitas formas en que se esconde y disimula la prostitución y la corrupción femeninas; es a los jefes de hogares del pueblo a quienes interesa más que a nadie el conocimiento y control de los mil sitios del vicio en que se filtra el alcoholismo y el juego; es al pueblo en general a quien interesa la inmediata y certera fiscalización de la inversión de sus dineros destinados a los múltiples y eficaces servicios de utilidad pública que debe prestar el Municipio y que hoy se encuentran totalmente sustraídos de su vigilancia y fiscalización. Parece necesario insistir en señalar las dos claras tendencias que se diseñan sobre este particular: una, la reaccionaria, que pretende cercenar para siempre el derecho del pueblo a inmiscuirse en los negocios públicos, alegando una serie de pretextos; y la otra, la que pudiera llamarse popular, que tratando de cumplir una misión histórica, procura que se entreguen al pueblo todos sus derechos, muy principalmente el de creación y fiscalización de las funciones públicas. La primera corriente ha merodeado siempre en las esferas gubernativas, –así gobiernen los blancos como los rojos;– la segunda tiene su sede en el corazón mismo de las multitudes, que hasta ahora, a causa de la adormidera política, no ha tenido medio de manifestarse. En el actual momento, la corriente de los caballeros perfumados ya ha tomado sus posiciones y se prepara a asestar el golpe definitivo a los derechos del pueblo, haciendo que el poder municipal tenga su origen en nombramiento gubernativo. Si aceptamos hoy que todo poder tenga origen gubernativo, mañana llegaremos a aceptar que todo poder sea nuevamente de origen divino. Y entonces los funcionarios no deberán ninguna cuenta ni explicación al pueblo sino al gobierno o a la divinidad. La soberanía popular, que hoy ha sido falseada, mañana será negada. Ante esta amenaza, un papel muy claro le cabe al pueblo. Debe desentenderse de toda sugestión de los políticos y empezar inmediatamente a organizarse por distritos en los diversos barrios de la ciudad. Esta organización por barrios, donde podrían participar los hombres y las mujeres de todas las tendencias debe tomar en sus manos la creación inmediata de los servicios municipales indispensables en su barrio. A un vecindario reducido le es más fácil conocer mejor a las personas que se encarguen de una función igualmente reducida. Del mismo modo le es más fácil conocer y perseguir los sitios de vicio y corrupción que existen en cada distrito. Hoy día existen vecindarios que no hallan qué hacer con la vecindad de garitos o prostíbulos clandestinos que todo el barrio conoce y que la policía y los inspectores no ven ni conocen... ¿Y qué diremos de las tasaciones de las propiedades y aún de la higiene de las casas, conventillos o industrias? De todos los organismos constituidos de los distritos se designarán delegados que constituyen el Municipio Central, que será el ejecutor y coordinador de la voluntad manifestada de los distintos distritos, los cuales deberán discutir y resolver las nuevas normas del organismo municipal que van a crear. Todo lo demás debe ser confiado a la libre iniciativa de las masas en ebullición. Además, estos organismos pueden ser los baluartes que defienden al pueblo de las actividades de la reacción. Y entonces podremos constatar claramente este dilema: si el momento es de reacción, los poderes nacerán del Ejecutivo; si es de creación, los poderes nacerán de la voluntad popular.

JULIO E. VALIENTE.

Santiago, Septiembre 20 de 1924. El presente número de “Claridad” debió estar terminado a fines de Septiembre. Pero ocurrió que todos los dueños de imprenta, para imprimir nuestra Revista, querían previamente convertirse en censores de ella. Como no aceptáramos, hemos tenido que andar de Herodes a Pilatos. Por esta causa, este número sale casi con un mes de atraso. Ese artículo fue escrito cuando aún no habían sido disueltas las Municipalidades. Pero como en él se hacen consideraciones que debe conocer el público, hemos resuelto darlo siempre a la publicidad. – N. de la R.