CONFUSIONISMO CRIOLLO

A MANERA DE PREMISA

Pocas épocas tan propicias como la presente para difundir ideas claras y cimentar realidades que auspicien un futuro provechoso. El mundo entero es un campo de acción febril en que se debaten agudamente los problemas fundamentales en la vida del hombre. Ya antes de la gran guerra que se inició en 1914 y terminó– aparentemente– en 1919, se había producido en los países más evolucionados el periodo inicial de la revolución social, la cual fue retrogradada, temporalmente, por la hecatombe que ensangrentó la tierra durante los últimos años. Mas, aquel suceso horripilante– con el cual soñó el capitalismo destruir la unión del proletariado universal– ha fructificado en sentido inverso, pues pasada la tormenta guerrera y encauzadas nuevamente las distintas fuerzas sociales, el problema ha recobrado sus caracteres apremiantes y decisivos, ya que ninguna propaganda socialista había logrado fomentar una crítica más demoledora contra las instituciones burguesas y estatales que los hechos realizados en la contienda europea, cuyas resultantes han evidenciado que jamás habrá paz en las fronteras mientras subsista el Estado como organización política y el Capitalismo como régimen de producción. Y como este funesto suceso irradió sus proyecciones sombrías y crueles sobre todos los países del orbe, nosotros hemos participado también de las influencias resultantes de aquel hecho trascendental. Aquí como en todas partes los acontecimientos se han precipitado en forma vertiginosa, en tales condiciones, que los individuos y los grupos sociales han sido impotentes para aprovechar las posibilidades ventajosísimas que se les han presentado en el sentido de impulsar al máximo la revolución social. La democracia ha llenado su rol histórico, pues su fracaso no se discute, ya que estando en el poder los llamados representantes del pueblo, han sido incapaces– a pesar de disponer de todas las instituciones estatales– de realizar una siquiera de las mil apremiantes aspiraciones de sus representados. Y es que– además de la falta de honradez y capacidad de los gobernantes populares– el sistema representativo mismo está en agonía y deberá ser sustituido fatalmente por otro, tal como él vino a reemplazar al sistema autocrático en época no lejana. Naturalmente que al desahuciar el régimen democrático no pensamos propiciar la autocracia, lo que sería una estéril vuelta atrás, pues la vida social se ha hecho tan compleja que sólo algunos obcecados y perversos sueñan que los regímenes caídos por simplistas e insuficientes puedan volver a entronizarse sobre cualquier pueblo de la tierra.

EL NUDO GORDIANO

Pero aquí está el nudo de la cuestión, que puede concretarse en esta pregunta: ¿Cómo empujaremos la revolución sin caer en la reacción? La respuesta se hace oscura de puro simple que es: Marchando por nuestro propio camino, aunque seamos muy pocos al principio. Y para aclarar más este aserto, calcaremos las ideas de Malatesta sentando ciertas premisas. Todas las formas de convivencia social se realizan por caminos específicos, con medios que les son inherentes o propios: el régimen aristocrático fomentará, para mantenerse, la tiranía, vale decir, la dictadura; el régimen burgués auspiciará el parlamentarismo; el régimen socialista verdadero, la libre unión de los hombres en soviets o consejos de productores vinculados en federaciones para sus fines de relación e intercambio, es decir, la anarquía. A objeto de evitar confusiones no citaré los hibridismos que resultan al tratar de alcanzar una determinada forma de convivencia social usando los medios propios de un sistema distinto al que se anhela realizar. Sólo he de agregar que los resultados son contraproducentes y sus consecuencias funestísimas, ya que se produce todo lo contrario de lo deseado con buena o mala fe por sus propiciadores. Bástenos recordar– por ahora– el ejercicio que se ha hecho de la “dictadura del proletariado” como medio para realizar el socialismo integral y la destrucción del Estado; habiéndose obtenido– hasta hoy– la creación de un Estado más joven y fuerte y un afianzamiento de la explotación y la esclavitud humanas, ya que la autoridad es tan feroz en un Estado Capitalista como en un Estado de particulares capitalistas. Pasemos– después de refrescar estos recuerdos– a analizar la situación de nuestro país.

EN CHILE COMO EN JAUJA

Los jóvenes militares determinados a actuar en contra de los gobernantes de 1924 por razones puramente económicas, trataron de encuadrar un movimiento subversivo– nacido de sus necesidades particulares insaciadas– en un programa democrático reformista. Para realizar éste se hicieron representar por sus altos jefes, los cuales estaban en secreto concubinaje con el elemento más reaccionario, y aristocrático de la burguesía chilena. Es por eso que, abominando, en la forma, de los políticos, los llamaron a colaborar en el gobierno durante los pocos meses que bastaron para descubrir sus aviesas intenciones. Empujados por la ola política contraria, que se empezaba a rehacer después de la dispersión inicial, los jóvenes militares– defraudados en sus aspiraciones de ascenso y mejoramiento inmediato– sacaron a relucir nuevamente el programa de marras y asaltaron el poder. Débiles al principio y anhelosos del apoyo popular que decidiría la victoria, batieron como enseña de revuelta el regreso del “Presidente Popular” don Arturo Alessandri. Mediante la agitación obrera lograron su anhelo y hoy disfrutan de las prebendas que da el gobierno de la República.

UNA VERDAD VIEJA Y MOHOSA

En las conmociones sociales, el proletariado nada tiene que perder y sí mucho que ganar. En reciprocidad, la burguesía se daña con la agitación intensa y permanente, pues el asalariado está tan estrujado que sería un absurdo fomentar una revolución por parte de los burgueses. Aquí está cimentado “el buen sentido” de nuestra raza tan elogiado por la prensa capitalista sin distinción de matices: los explotadores y sus secuaces temen una verdadera revuelta y son específicamente conservadores, aunque se llamen liberales, radicales o demócratas. ¿No se ha visto– acaso– que los grandes núcleos aliancistas y sus jefes genuinos han desaparecido del tablado de la conspiración para reaparecer en el momento de la restauración del poder y– por ende– al cristalizar una situación de conservación estatal? Y aun los elementos juveniles dispersos que de entre ellos han actuado con un oportunismo fresquísimo (¿no hubo feroces anti-militaristas que daban lecciones a los ácratas entre los que hoy se besuquean y se han machimbrado con los tenientes triunfantes?), ¿esos elementos juveniles, repito, son otra cosa que aspirantes a un sillón parlamentario o municipal, difícil de ganar sin dinero y macuquería y accesible a los audaces en la hora actual? Pero esta buena, esta honesta gente ha actuado en forma lógica, ha sido consecuente con sus principios y no ha desmentido con esto su pasado; su conducta no nos escandaliza. Quedan los elementos obreros, dispersos o metidos en los medios sindicales. Su conducta nos interesa muy de veras.

MANGONEO Y COLABORACIONISMO REFORMISTA

Saltando la valla de todos los programas de partidos o sindicatos revolucionarios, unos cuantos pequeños industriales, pedagogos, abogados, funcionarios sindicales, periodistas y estudiantes fracasados han tomado la representación de la clase obrera para apoyar al nuevo gobierno, a cambio de su beneficio personal. Y no es esta una afirmación antojadiza, ya que aparecen participando en la administración municipal y en la organización de la Asamblea Constituyente que nos dará una nueva carta fundamental. Una parte de la masa productora– cada vez más anémica y raquítica– siguió el cascabel sonoro y hueco a cuyo son la arrastraban estos nuevos Mesías jubilados y renegados. Debido a la acción de tales conductores hoy se sostiene en nombre del pueblo un gobierno netamente burgués que ha dictado estados de sitio y censuras a troche y moche y nos ha indigestado con un conglomerado de decretos-leyes reaccionarios (ley de imprenta, por ejemplo) o ultrajantes par la personalidad humana (ley sobre matrimonios, por ejemplo). Y todas las aspiraciones populares se han concretado en la vuelta a la presidencia de un hombre– generoso y simpático,-según ellos– pero que nada podrá hacer, ya que el problema social es hondo y complejo y mal puede resolverse por un acto de prestidigitación o de fuerza. A pesar de todo, el pueblo– con esa intuición maravillosa que late en sus entrañas generosas, ha realizado movimientos espontáneos y libres en pro de su mejoramiento, los cuales han venido a precisar la lucha de clases en el terreno de las realidades y concreciones. La acción de los arrendatarios, aunque se trata de torcerles las narices con los famosos tribunales de la vivienda, ha barrenado el principio de la propiedad privada, aunque les pese a los propietarios y a sus corifeos; que se pirran por participar en los tribunales caza-incautos.

LEYES Y LEYES

Sabido es que las leyes sirven para agudizar el ingenio de los pillos que las burlan o para alimentar a los abogados, jueces y tinterillos que las interpretan a su amaño. Pero ¡oh fenómeno paradojal! los revolucionarios obreros de este buen país de burla-leyes quieren cristalizar todas las iniciativas dinámicas en la codificación. Y así la totalidad de la acción proletaria última no aspira a otra cosa que conseguir la dictación de decretos-leyes, a sabiendas que esta es la mejor forma de esterilizar una aspiración de grupo o colectiva. No es otro el fenómeno observado al auspiciar una Asamblea Constituyente, es el deseo de codificarlo todo en forma casi perfecta para después irse tranquilamente a casa– creyendo haber pasado a la historia y a sabiendas que nada de lo legalizado se realizará. Pero este no es el peligro mayor, sino otro que resulta de la confianza que exigen del pueblo los leaders o mangoneadores. Abominan de la agitación– que los ha levantado como a los corchos el oleaje y que les ha dado las pequeñas mejoras adquiridas– pues necesitan mucha calma y confianza para destruir la reacción...¡Qué reacción, venerables renegados si la peor reacción la lleváis vosotros en la médula y en la sangre! Los reaccionarios más peligrosos son los obreros arribistas que participan hoy de las migajas del gobierno burgués a cambio de desquiciar y apagar el débil movimiento revolucionario que se estaba infiltrando en la masa obrera. Los auspiciadores de la Asamblea Constituyente están forjando la cadena con que la burguesía amordazará al pueblo por quizás cuántos años.

¿SOMOS LOS CONFUSOS NOSOTROS?

Así quisiéramos creerlo; pero la realidad nos martillea el entendimiento mostrándonos lo contrario. ¿Qué significado tiene la actitud de los comunistas colaborando en el afianzamiento de un régimen burgués? ¿Qué persiguen los sindicalistas rojos pidiendo el voto universal y secreto? ¿A dónde van algunos sedicentes anarquistas propiciando una Asamblea Constituyente y participando en los debates de las asambleas políticas? ¿No significa toda esta acción el abandono de los postulados revolucionarios y el desahucio del valor de las organizaciones obreras como entidades capaces de afrontar por sí solas los problemas sociales? ¿No habría sido más eficiente propiciar una acción de los asalariados independientemente de cualquier intromisión de elementos burgueses usando los medios específicos de lucha que da el socialismo, el sindicalismo y el anarquismo? ¿O piensan los trabajadores de Chile que su emancipación la obtendrán como propina donada por la burguesía en pago de servicios prestados– por medio de la agitación– para que se afiance cualquiera de las fracciones caídas del poder, llámese reaccionaria o liberal? Para los socialistas de verdad es tan peligrosa la burguesía liberal como la conservadora y quizás más aquélla que ésta, porque tiene aún un prestigio, perdido definitivamente por la segunda. Creemos que habría sido mejor no restar fuerzas de los asalariados organizados para llevarlos al servicio de la burguesía y haber formado un grueso ejército de productores, capaces de imponer por su sola acción las mejoras inmediatas, indispensables al pueblo. Esto lo han hecho los arrendatarios aparte de las organizaciones existentes y han obtenido más que todos los comités y asambleas de aquéllas. Aun es tiempo de enderezar el rumbo y fomentar la agitación de las masas manteniendo corrientes puras que vayan segura– aunque lentamente– engrosando el caudal que precipitará este país a una verdadera revolución social, en la cual no sólo cambiemos de cascarón, sino que las instituciones autoritarias se despedacen y desaparezcan para dar paso a una nueva forma de convivencia social en que los hombres tengan un bienestar real y sean verdaderamente libres.

J. GANDULFO.