FRATERNIDAD SUDAMERICANA

Mucho se habla en los grandes rotativos de aquende y allende Los Andes, de la fraternidad sudamericana y de la armonía que parece reinar entre las naciones de este extremo de América meridional. Y en los grandes discursos, de trascendencia internacional, las palabras de: concordia, amistad; afecto, etc., fofas como flores de trapo, llenan momentáneamente el vacío que en realidad existe. Cuando un ministro o un embajador pasa de su tierra a la vecina, el bombo de la armonía sudamericana resuena más fuertemente que nunca y los oradores políticos enronquecen lastimosamente, hablando de los grandes lazos de unión que existen entre las repúblicas representadas en el banquete o en la recepción. En estas ocasiones, cuando Chile interviene, quedan olvidadas Bolivia, que vive entre sus montañas de estaño soñando con su hermoso puerto sobre el Pacífico, y Perú, que roe su hueso de venganza, alimentando con su humor áspero el hinchado tumor de su idea de revancha. Entonces las expresiones de: “El noble pueblo de Chile”, “la grande y valiente Argentina”, y “el Brasil, país hermano”, repetidas por los chamarilleros de la diplomacia, hinchan las columnas de la prensa burguesa. Cuando Chile no está aparecen Bolivia y Perú, y nadie se acuerda del pueblo que vive en la ladera occidental de la cordillera. Le repiten las mismas frases, y después del banquete; en que la logomaquia chorrea sus palabras caldudas y amarillentas como deposiciones de diarreico, el boliviano se vuelve a su altiplano y el peruano a sus quebradas húmedas. Uruguay, pequeño, y además casi indiferente, aparece, en estas demostraciones de cordialidad ficticia, como un pariente pobre. Retraído, vive en su tierra humildemente, dando de vez en cuando algunos magníficos ejemplos de hombres y mujeres de talento. Y nada más. Sin grandes riquezas y sin poderío naval o militar que la hagan aparecer como una vecina temible, se la mira con piedad y con consideración. Así es la cosa. ¡Todo marcha admirablemente! Suenan los bombos: ¡taranchín, taranchín, taranchán! ¡cómo “se” aman las chilenos con los argentinos y brasileros y los brasileños y argentinos con los peruanos y bolivianos! Sin embargo, cuán otra es la verdad y cuán triste el sentimiento que se experimenta al conocerla, el ver que tras la fastuosidad y suntuosidad de las relaciones oficiales, está el pueblo, profundamente ajeno a estos transportes de alegría diplomática, y que posee un criterio propio respecto de los demás pueblos vecinos. Y al decir el pueblo, nos referimos a esa masa enorme, anónima e inanimada, formada por todas las clases sociales de una nación, burgueses, militares, campesinos, trabajadores que no pertenecen a las organizaciones obreras– que más o menos poseen un criterio más elevado que el oficial– y que si están en ellas no tienen todavía desarrollado el sentido de la fraternidad obrera internacional. Preguntad a un argentino que tome parte de esa masa. ¿Qué piensa usted de los chilenos? Responderá: Son unos ladrones. A un chileno: ¿Qué piensa usted de los argentinos? Contestará: Son unos maricones. Y así todos. En provincias que forman la región de Cuyo en Argentina; y aún en las del norte o sur, un chileno es siempre un ladrón y un criminal. Y es proverbial en esas regiones, que cuando se llevaron chilenos para matar la langosta, la estadística de robos y asesinatos acusó en un porcentaje asombroso, la acción de los rotos en ellos.

Madera de Vargas Rosas

Para un hijo de la reina del plata, un chileno es lo que un hijo del Archipiélago de Chiloé para un chileno del norte. Un ser inferior y despreciable. Y no solamente el chileno es un desconceptuado en la Argentina. Para un argentino de esos, un brasileño es siempre un invertido y un boliviano un... uno de esos que en Chile se designa con una palabra que indica exagerado desarrollo de los órganos genitales. Todavía recuerdo la risotada que se oía en el teatro Nacional de Buenos Aires, cuando un personaje de un sainete decía: –Como a mi marido lo ven tan silencioso y lerdo, lo creen tonto: ¡Claro, como es de Salta, y Salta está tan cerca de Bolivia, lo creen medio “boliviano”! No sabemos la opinión que un brasileño pueda tener de un argentino, pero es seguro que devolverá con creces la mala idea que el argentino tiene de él. Respecto a los sentimientos que albergan peruanos, bolivianos y chilenos, entre sí, es mejor no hablar. Y a todo este cuadro desconsolador y, sobre todo, muy real y verdadero, contribuye la prensa de todos los países y los periodistas de baja esfera que en ella escriben. Veamos algunas pruebas: Una.– En 1921, a raíz de una discusión habida en Buenos Aires, respecto a quién pertenecía una copa de honor disputada en un campeonato de football, el diario “Crítica” publicaba un artículo con un título a siete columnas que decía: “Los ladrones del Pacífico se querían robar el trofeo del Football.” Otra.–Hace pocos días, un colaborador de un diario de Santiago quería probar que Chile era dueño de toda la región minera por donde pasa el ferrocarril de Arica a la Paz. Contestó un boliviano refutando eso, y en un número de un diario de La Paz, un articulista imbécil aconsejaba a los jóvenes bolivianos no venir a estudiar a Chile, para no tenerle que deberle nada a este país y poder devolverle, con creces, el golpe del 79. Otra.–Don Félix Nieto, gran espíritu, hombre que ha estado en Norte América– lo que para él es un distintivo de cultura– no pierde ocasión, en “El Diario Ilustrado”,–la “Cloaca Máxima”– de incitar el odio chileno-peruano- boliviano, llamando a Vicuña Fuentes apóstol peruanizante y diciendo que un mitin de peruanos celebró la llegada de Daniel Schweitzer a Santiago. Así es como se predica la armonía internacional y esos son los frutos que da. Se dirá: Pero esa es la baja prensa y los que dicen eso no son personas representativas. Precisamente. El pueblo no sabe discurrir lo bueno de lo malo y está preparado naturalmente para apreciar más lo segundo que lo primero. Los espíritus libres no pesan sobre él. Mentiras son y serán la paz, la armonía y la fraternidad americanas, hasta que el pueblo, ese que va a la guerra, borracho de sangre, cantando canciones que enardecen su espíritu animal, no posea un alto criterio de la solidaridad obrera internacional, y más que nada, un alto concepto de la personalidad humana. Pero, para esto hay mucho que andar. En Europa habían andado bastante y, sin embargo, fracasó. Se rascó un poco sobre el barniz y apareció la fiera. Mientras tanto, el bombo suena.

M. R.