PROVINCIA

LAS CALLES Estas calles son frías, inexpresivas; al andar por ellas siento un desgano, un desprecio por todo, una indiferencia por mis inquietudes antiguas, por mis pequeñas ambiciones y vanidades. Pero todo esto desaparece cuando estoy en mi pieza, solo. Son estas calles que me ponen así, estas calles inexpresivas y frías. Y la gente que transita por ellas anda con pasos lerdos y torpes, pasos de bueyes ahítos y ociosos. Gentes sin emoción, gentes sin ambición, han nacido, han sufrido y morirán aquí. Ningún suceso extraordinario pone una emoción imprevista en estas calles; hubo un incendio hace años y todavía se habla de él. Turcos que bostezan, viejos ricos que se calientan al sol, pretenciosos mozalbetes. ¡He aquí las calles, las calles!

DESFILE Mientras la banda toca marciales marchas, he aquí que pasa el regimiento. Correcto, brillante, las bayonetas refulgentes y los pasos rítmicos. Mirad al jefe, apuesto y joven, hermoso con su uniforme de parada y con su penacho flotante al viento, montando el caballo brioso y nervioso: Mirad los soldados, musculosos y jóvenes, teniendo todos un sólo movimiento, formando líneas tiradas a cordel. Mirad: para el regimiento los cascos brillantes y las bayonetas amenazantes, mientras tocan argentinas marchas las bandas militares. Mirad cómo la multitud aplaude, cómo los muchachos saltan y gritan, cómo las mujeres saludan y arrojan flores, para que las huellen las pesadas botas! ¡Cállate corazón, es la mentira, la farsa inteligente, los comerciantes embozados, hambrientos, incapaces, idiotas, amparados de bayonetas y sables adornados de cintas y trapos, son los que pasan y es la estupidez y el rastrerismo los que aplauden.

LOS POBRES Los pobres de mi pueblo son humildes y tímidos como los niños. Cuándo hablan con el patrón se sacan el sombrero y adoptan una actitud de perro fiel ante su amo, llamándole “su mercé”. Hasta los lustrabotas, que son la gente más palomilla que hay, son respetuosos. Los campesinos suelen estar esperando horas y horas con las manos en los bolsillos o cruzadas sobre el vientre, a que el patrón se desocupe, de sus largas conversaciones con el compadre o con la comadre. Y allí se está inmóvil esperando y mirando, mirando. Simpáticos son los campesinos. Vienen al pueblo en unas carretelas pequeñitas, con toldo lleno de polvo. Se van a la casa del patrón a dejarle las aves o las legumbres que le traen. Después salen a hacer sus compras. Se van al despacho: compran azúcar, yerba, etc. Enseguida donde el turco a comprar género y chuchería. Allí se están lo menos una hora discutiendo y regateando y haciendo la comedia de que se marchan para obligar al turco a que les rebaje la mercadería. Desocupados salen a andar por el pueblo. Los hombres con sus chupallas y sus mantas y sus hojotas. (Un progreso: las hojotas, la mayoría de las veces, son hechas con gomas de ruedas viejas de automóviles). Las mujeres con sus amplias polleras y sus zuecos. Andan lentamente, como no sabiendo qué mirar y temiendo molestar. Y al mediar la tarde, cargan sus carretas y se van gritando a sus bueyes o cantando campesinas canciones.

¡MUCHACHA DE PROVINCIA! Nadie ha dicho la inútil ternura de tus palabras y de tus ojos. Gentes que han copiado su sentimentalismo de libros escritos para halagar y explotar burguesitas cursis, han hablado de ficticios sueños tuyos en encantados príncipes de leyendas. ¡Qué has de pensar en príncipes, tú casta y cuerda muchachita provinciana! Cuando en la calle, el viento pícaro, jugando con tu vestido, muestra la armoniosa línea de tu pierna, bajas tus ojos pudorosos y limpios y se te encienden las mejillas. Nunca tus labios han sabido del lápiz rojo de carmín, y cuando sales de paseo, temerosa, ves de haberte puesto demasiado polvo de arroz. Sencillamente, sobriamente peinas tus cabellos, y sólo cuando vas a misa, los días Domingos, pones en ellos un poquito de agua colonia... Y si algún mozalbete, ocioso y fatuo, te mira, conquistadoramente, tú instintivamente te acercas más a tu madre, cogiéndote de su brazo, y pasas, digna y sencilla... Al único ser a quien quieres es a tu madre. Pero sueñas en tener un amor, un amor grande y honrado a quien darías tu castidad, tu ternura, todos tus sentimientos, bellos y sanos, como los trigos maduros en el verano y que has almacenado durante dieciocho primaveras... Sueñas con él en los dorados días de Octubre, en las claras noches de Enero y en las tibias tardes de Abril. Pero, ingenua y casta muchachita provinciana, el tiempo pasará y la lujuria de un hombre cualquiera, torpe y rústico, te llevará al matrimonio; y tú aceptarás porque estarás cansada de esperar. Y tendrás hijos y te pondrás gorda y fofa y gruñona como tu madre y como tu tía, ingenua y casta muchachita provinciana!

PABLO GERARDO.