GLOSAS DE LA PROVINCIA

LECTOR...

–¿Cómo está Ud. simpático lector? Tanto tiempo que no charlaba con Ud. Palabra; lo he sentido muchísimo no visitarlo Sábado a Sábado. Pero ¡que diablo! de repente uno no quiere saber nada con nadie. Tiene un cansancio, un desgano, un fastidio, que hace que todo se vea feo, malo y tonto. Muchas veces releyendo mis croniquillas se me han ruborizado las orejas diciéndome para mi coleto. ¡Vaya una majadería! ¡Cómo se habrá reído el tío ese, del lector! Pero solo me consuelo. A veces le encuentro gracia a mis cosas, y cuando tienen algún defecto, las disculpo conmigo mismo y las mimo y las acaricio así como se mima y se acaricia al primer hijito que se tiene. Talvez Ud. lector sea un hombre pudoroso y bien educado que da la vereda a las personas respetables y que, cuando va en tranvía, se pone de pie para ceder el asiento a una señorita aunque la tal señorita sea más fea que una sufragista inglesa. En tal caso Ud. ha de estar un poco molesto por esta mala educación mía de contar cosas que no interesan a nadie. Yo le pido perdón; pero le aseguro que hay otros lectores que son unos pícaros chismosos, y estos van a estar más contentos que chica nerviosa que tenga cosquillas.

PUEBLO NUEVO

Este es un pueblo nuevo lector; un pueblo más cosmopolita y menos familiar que el otro. Aquí se puede llegar sin llamar mucho la atención. Tiene sus dos diarios con sus sendas “Vida Social” donde la gente que llega y se va se hace anunciar. Esa es la gente que más llama la atención. Posee dos diarios, carros eléctricos a más de carros de sangre, varios clubes, casas de tres pisos, casas de prostitución, plazas, paseos, avenidas, etc. Es toda una ciudad. Hay una “sociedad” que no es muy aristocrática, pues, se preocupa de literatura, de canto, se mete con tipos de la clase media y no tiene un sitio preferido donde ella se pasea y donde no entra nadie, como sucede en el otro pueblo.

JUVENTUD

Aquí hay muchos estudiantes, muchísimos. Existen tres Liceos de niñas, un Liceo de Hombres, una Escuela Normal, una Escuela Industrial, una Escuela Agrícola, un Seminario, etc. Esta numerosa colonia escolar tiene su movimiento, especialmente en las fiestas primaverales. Y aquí como allá, tienen también sus peleas, sus discusiones. Y como el campo es pequeño y demasiado muchachos los actores, las causas de las disputas son siempre pueriles y ridículas. Ahora celebraron las fiestas en dos bandos. Tuvieron dos veladas bufas, dos bailes, dos reinas, dos prólogos, etc. Todo esto lo fueron desarrollando paralelamente; así, la misma noche dieron sus veladas, la misma tarde sus bailes y sus corzos de flores. En general, la gran masa estudiantil no vale gran cosa. Son dos o tres los muchachos inteligentes, los “leaders”. Así y todo, esta gente es simpática, como es simpático todo lo joven y lo nuevo. Es verdad que hay muchos majaderos, señoriítos cursis, pretenciosos. Pero están esos dos o tres inteligentes; y aunque fuese uno solo: es un “alma nueva”.

EL HOMBRE ENAMORADO

Es un hombre buen mozo, que viste bien; a veces suele andar con bastón. Uno de sus grandes cuidados es el pañuelo que asoma albo y blanco.

UN HOMBRE HONRADO

Ese anciano de blancos cabellos, de andar pausado y digno que camina delante de nosotros, es un hombre honrado, sí, honrado. Cuando llegó aquí a Chile desde sus lejanas tierras españolas, traía como todo capital, unas cuantas monedas de níquel en sus rotos bolsillos y unos deseos muy grandes de ser rico. Aquí llegó, como llegan muchos otros, humilde, servicial, procurando agradar a todo el mundo y como no era un hombre derrochador ni tonto a poco de llegar y después de haber trabajado por aquí y por allá, tuvo reunidos unos cuantos pesos. ¿Que hacer? El era un hombre trabajador y honrado, y por lo tanto no se metió a negocios dudosos y sucios. Instaló pues una agencia. Ud. no se figura el gran “negocio” que entonces era una agencia. La agencia de este caballero fue la primera que se conoció en el pueblo. Cobró el 5 % mensual allí acudieron los pobres diablos que a fin de mes no tienen que echar a cocer en la olla; obreros que tenían sus mujeres enfermas, viudas que tenían muchos chiquillos. En fin toda la miseria, la roña toda de aquellas gentes que viven en los conventillos y que tarde o temprano morirán como perros, hambrientos, podridos por enfermedades asquerosas, comidos por los piojos. Toda esta gente fue la clientela de este caballero anciano y respetable que camina delante de nosotros haciendo pacíficamente una agradable digestión. Fue inexorable con los que no le pagaban a tiempo; él vigilaba estrechamente a sus empleados a fin de que no robaran nada ni desperdiciaran el tiempo. Yo vi salir de su tienda a muchas mujeres con los ojos enrojecidos de llanto y a muchos hombres blasfemando de rabia. Más, este caballero poco a poco se iba enriqueciendo; ¡que importaban entonces las lágrimas y las blasfemias! Y este hombre honrado concluyó por tener miles de pesos, muchos miles, talvez millones. Ahora se ha retirado de los negocios: pasea, frecuenta la sociedad, da bailes...

P. Gerardo.