Alternativas del Problema Tranviario

El problema tranviario ha vuelto a ser el rompe-cabezas de los gobernantes de aquí. La gente ha reaccionado en el momento necesario, en el preciso momento para detener el decreto del dimisionario Ministro del Interior quo autorizaba a la Empresa para alzar desde luego las tarifas de los tranvías.

Si la indiferencia pública hubiera sido más grande, la Compañía Chilena de Electricidad ya tendría realizado su negocio. Y el negocio no es cosa despreciable. Es nada menos que la esquilmación de medio millón de habitantes. Existe entre los que gobiernan una muy grande debilidad cuando se trata ale resolver problemas que afectan a fuertes empresas capitalistas. Tal es el caso presente. Por un lado está el interés de una importante compañía chilena que tiene su directorio en Londres y por el, otro, el público, el inmenso pueblo de la capital.

Las leyes que tantos pliegues muestran cuando es menester ajusticiar a un cualquiera que pudiese haber atentado contra uno de sus semejantes, son impotentes, han sido impotentes para defender a la ciudad, para salvaguardiar los intereses de tantos y tantos miserables seres.

Los representantes del pueblo, tampoco han sabido encontrar un remedio para acabar con el conflicto que pronto cumplirá dos años. La proposición de la Compañía no ha provocada, ni una sola. contra proposición que refleje fielmente el punto de vista popular. Parece que de repente se ha extinguido la imaginación de los políticos. Ninguna fórmula definida, valiente, honrada. En cambio las fórmulas conciliadoras en apariencias, han brotado ,como los hongos. Unos hubiesen querido que las tarifas se mantuviesen como hoy, en las horas de almuerzo y comida; otros que en las mismos horas la Compañía hiciese circular carros “obreros”; otros aceptaban el alza siempre que se suprimiesen los carros con imperial, y algunos de espíritu más formalmente democrático, propiciaban la fijación de una tarifa única de 10 centavos, para el interior y el imperial del tranvía . No es corriente que la honradez sea buscada en las empresas industriales o comerciales porque con intermitencias estas proceden lo mismo que los rateros. Sin embargo, cuando la Compañía Chilena de Electricidad propuso el alza so-pretexto de que perdía, el Municipio ni siquiera le exigió los libros de contabilidad para cerciorarse por cuenta propia del alcance que tenía tai afirmación. Y este trámite era primordial si se piensa que una compañía industrial no puede entender la verdad y la honradez como las comprende cualquiera. Más, aunque la Compañía. fuese una excepción, Dios me libre de creerlo, estaba por delante el interés de una ciudad inmensa, de una población pobre ,demasiado numerosa a quien no se lo pueden menudear los gravámenes. Con estos antecedentes los jefes del Municipio debieron adoptar una actitud de mayor severidad. Lo correcto hubiera sido no iniciar conferencia alguna antes de llenar el aludido requisito. Empero, se pospuso la contabilidad a la información verbal del señor Tonkin que, puede ser muy respetable y honorable, pero que tiene el inconveniente de actuar corno hombre de negocios. En casos diversos los jefes del país demuestran una habilidad prodigiosa. Cuando se trata de hacer comprar al Fisco un ferrocarril que a nadie aprovecha, cuando conviene a un grupo de hacendados valorizar sus tierras con un camino de hierro, cuanda alguien solicita una concesión de bosques o aspira a la canongía de proveer regimientos o cárceles, los dirigentes saben insistir y conseguir todo lo que quieren. Más, cuando les corresponde defender la economía de una ciudad, pierden la pertinacia para insistir y se sienten sin ideas, sin talento ni virtud alguna para la defensa. El señor Tonkin ha sido más fuerte que la ciudad con todo su séquito de autoridades. Un día le dió el capricho de reducir la dotación de tranvías a la mitad y nadie supo ni pudo contrariar su voluntad omnipotente.

González VERA.